13 mayo, 2024

La Pizarra de Simeone: “Redención”

Lo lograron. Se han vuelto a consagrar como un equipo inolvidable. Siempre, y digo, siempre, comparece en las grandes citas. Y lo de ayer lo era. Ya no porque el trayecto para llegar hasta Lyon fuese más o menos complejo, ni por querer maquillar la decepción que supuso caer eliminados en Champions. Este equipo necesitaba tocar metal como el comer, ya eran tres años sin levantar un trofeo y a muchos jugadores les hacía falta. No sólo por los Lucas, Giménez, Oblak o Thomas, que hasta ahora no habían sido importantes para conseguir un título. También por los que lo fueron y llevaban casi un lustro sin serlo. En la tarde-noche del 16 de mayo de 2018, Gabriel Fernández Arenas y Antoine Griezmann completaron su redención. También Godín y Koke, pero me quedo con ellos dos por encima de todos. Por encima de todo.

PREMISA Nº1:

La final empezó a gestarse como se gestan las grandes gestas. La pirotecnia en el fútbol nos puede generar indiferencia o un claro rechazo, pero es inevitable que, cuando se trata de congelar una imagen para la historia, estos fuegos evocan a la épica a más no poder. El Marsella salió en tromba, como queriendo intimidar a los que han pasado ya por lo peor. Bouna Sarr, Lucas Ocampos y Dimitri Payet comenzaron marcando el ritmo del partido Caso error. Para imponerle un contexto al Atleti que le genere una real y tangible adversidad es el equipo en su cómputo quien tiene que girar al mismo son para propiamente generarlo. Y el OM, si bien tiene muchos puntos fuertes, una de sus dos grandes debilidades es la necesidad de recurrir a individualidades para ganar partidos desde la pizarra. Y repito, esto, concretamente esto, con el Club Atlético de Madrid, amigos, no funciona. Apenas tuvieron que pasar diez minutos y aquel tiro desviado de Germain para que Saúl y Gabi saltasen a la presión. Ya lo tenían. Estaba hecho. Con la sala de máquinas volcada sobre Sanson y Zambo Anguissa, Costa y Griezmann podían pegarse a Rami y Luiz Gustavo para dificultar la salida. Así pues, no tuvieron que pasar ni diez minutos más para forzar el error.

No hay que olvidarse de que el fútbol es un juego de errores. Cuantos menos errores se cometan, más cerca se va a estar de ganar. No es que se esté más cerca cuanto más se construye, sino cuando se cometen menos equivocaciones.

 

PREMISA Nº2:

Tras el gol, no le quedó otra a los de Rudi Garcia que buscar el empate. Con la lesión de Payet, Maxime Lopez entró a sustituirle, aunque el momento en el que se adoptó un nuevo dibujo ya era demasiado tarde. El Atleti planteó un nuevo partido en el que no se intentó tanto forzar el error como sí demostrar que están curtidos en mil batallas. La experiencia entra en escena durante partidos como estos. Formando triángulos de seguridad en banda derecha, Vrsaljko/Juanfran, Gabi, Correa y Griezmann se fueron asociando en espacios cada vez más reducidos, intentándolo una y otra vez por el mismo carril, con las mismas esperanzas, sabiendo que Koke y Saúl estaban detrás para robar (19 entradas y 11 bloqueos entre ambos, 5 de esas 30 en la zona de conflicto). Tanto va el cántaro a la fuente que al final termina por romperse, ¿no? En una de esas, le llegó el balón a Resurreción Merodio. Y ya saben lo que pasa cuando está fino: balón filtrado a Griezmann y otro gol para la saca. Estaba cada vez más cerca.

Lo veo mucho más que una Europa League, lo veo el valor a la constancia, al trabajo, a la continuidad. A todas estas cosas que en la vida son fundamentales para seguir adelante […] Es dale, dale, dale, que algo cae. Y dale, dale, dale, que algo cae de verdad. Porque cae. Esto nos ayuda a que las palabras no queden en el aire, que no tengan la contundencia de la realidad, y la realidad es que volvimos a ganar.

 

PREMISA Nº3:

Se irá o se quedará, pero haga lo que haga, nadie puede ya borrar lo que Antoine Griezmann hizo ayer. No es lo que los atléticos le pedimos todos los días, pero sí que en este tipo de días haga mejores a todos. Su toque es pura clase. Mejora al de cualquiera, eso ya lo sabemos, pues muy pocos han sido bendecidos con ese fuegosagrado que él tiene en su interior y en ocasiones sale a relucir. Ahora bien, en su poder sí que está agrandar su (ya) leyenda como jugador del Atleti o prestar sus servicios a otros, pagando el precio de no volver a ser el mismo, como ya hicieron todos los que mordieron la mano que les daba de comer. Pero eso es otra historia. Prefiero quedarme y comentar desde, creo, la impopularidad, un gesto de Griezmann que pasa un poco desapercibido y al que servidor da más mérito que a ese todo cohesionado que forma cada vez que el balón pasa por él. Me atrevo a decir que sólo otro futbolista, zurdo (que ya sabemos todos quién es) está al nivel de Griezmann a la hora de resolver un mano a mano. El primer gol lo ejemplifica perfectamente. Esa ocasión, completamente solo, pero con los defensas al lado y en una final europea, es fácil. Simplemente fácil. Pero, por ello, hay riesgo de fallar. Pequeño, pero lo hay. Para Antoine no. No recuerdo ningún uno contra uno en el que haya disparado con su pierna buena y haya fallado. Puede que exista, pero será inapreciable en comparación con todos los que ha metido. Lo que hace Oblak con los remates que requieren elasticidad y reflejos, normalizándolos, es lo mismo que hace Griezmann en este tipo de situaciones. Y permítanme que les diga que normalizar algo que no es en absoluto normal, no es de ser un crack, es de ser algo más que eso.

Era un sueño ganar un trofeo con el Atleti, con el Cholo Simeone y con mis compañeros. Tuvimos la oportunidad en la Champions y no pudo ser. Hoy he sido un poco egoísta sobre el campo. Ya había perdido otras finales. Me fui de mi casa para ganar títulos, y hoy lo he conseguido […] Intentaba no pensar en el encuentro antes de jugar. Quería estar como siempre, relajado y desconectar del fútbol, para jugar con todas las ganas.

 

PREMISA Nº4:

Con la final encarrilada, era el momento de que apareciese aquel que le debe tanto al Atleti como el Atleti le debe a él. Me voy a poner, igual, demasiado emotivo, pido disculpas de antemano si son necesarias, claro.

Aquí ya no importaba la táctica, ni la convicción y la técnica de los jugadores. Con prudencia, sí, pero siendo realistas, esto estaba ganado, remontar un 2-0 a este equipo es literalmente imposible. En ese momento tenía que salir a escena un hombre que llevaba meses cohibido, y años preocupado. Preocupado por una deuda que él, siendo menos culpable que ningún otro, tenía que pagar. Y la pagó, aunque no hiciese falta. La asistencia que le propició al 7 en el primer gol puede parecer o no casualidad, tener más o menos mérito, pero fue. Gabriel Fernández Arenas, por primera vez en su carrera como jugador del equipo de su vida, trascendió. Oculto para el mero espectador que solo ve las grandes citas por televisión, Gabi fue el mejor en Lisboa, el mejor en Milán y el mejor en Lyon. La diferencia entre la final ganada y las dos perdidas, aparte de lo evidente, es que el trabajo no se ve y los goles sí. El mejor y más grande capitán que jamás tuvo el Atlético de Madrid se enfrentó dos veces, en el escenario más complejo del panorama europeo, a la segunda mejor medular de toda la era futbolística moderna. Y él, aunque su equipo perdiera, ganó. Ayer, por suerte, ayudó a que su equipo ganara. Este es el verdadero final feliz, el de un hombre al que le han llovido hostias de todos los colores y necesitaba un colofón como el de ayer. Tras estar todo el partido robando balones y realizando esfuerzos que parecían anaeróbicos para todo lo que lleva a sus espaldas, no di crédito a lo que vi en ese minuto 89. Recibiendo un buen pase de Koke, había un hombre libre dentro del área. Botas verdes, “¿quién será?”, pensé. “No puede ser…” Sí, Jorge. Era él. Mi cabeza me decía que aquello no podía acabar entrando, era ya demasiado bonito, cerrar otro círculo más parecía imposible. Y con tremendo derechazo, la mandó a guardar. Gabriel Fernández Arenas obtuvo su venganza, ya ha cobrado buena parte de lo que merecía. No me lo creía. “GABI, GABI, GABI”. Sólo recuerdo gritar aquello. Ni “gol”, ni “campeones”. Nada. Únicamente me importaba ver la sonrisa en la cara de aquel niño, ya hombre, que un día de febrero se enfundó por primera vez la rojiblanca de su Atleti. Esta va por vosotros, pero, sobre todo, por ti, Gabriel, ‘oh, eterno capitán, por siempre mi capitán’.

Para nosotros era un partido muy importante porque nos permite seguir en lo más alto, pero si algo este equipo tiene algo es capacidad para sufrir, hoy lo hemos demostrado. Hemos sabido matar el partido cuando había que hacerlo y hoy el Atlético de Madrid ha demostrado que es uno de los mejores de Europa.

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