26 abril, 2024

Olympique de Marsella: «Vida y obra»

Por todos es sabido en el mundo del fútbol que ningún trofeo hay, tan preciado, como la Copa de Europa. O UEFA Champions League, según se mire. Y de eso, entre otras cosas, vamos a hablar hoy. Los campeonatos europeos de clubes coetáneos a las ligas nacionales siempre se ramificaron desde este torneo. La Recopa de Europa, la Copa de la UEFA, la Intertoto, y, ahora, la UEFA Europa League. Casualmente, la primera edición de la historia de la orejona con la denominación de UEFA Champions League fue la de la temporada 92/93, y la ganó el Olympique de Marsella, el oponente del Atleti en la ansiada final de Lyon. El OM es el máximo abanderado francés en Europa, pues es el único club galo que ha levantado el mayor trofeo continental a nivel de clubes. Así pues, hoy venimos a contarles un poco, de forma amena y concisa, la travesía histórica de este nuestro rival del miércoles.

FOTO: Uefa/Bongarts
FOTO: Uefa/Bongarts

Tras una serie de altibajos en los 70, fruto de malos resultados cosechados en las dos décadas anteriores, Bernard Tapie, un joven empresario de 43 años, toma las riendas del club marsellés en 1986, con la mirada siempre puesta en ser la primera entidad gala en alzarse con una Copa de Europa. Para llevar a cabo este prodigioso hito, el Marsella firmó a jugadores de la talla de Jean-Pierre Papin, Alain Giresse, Didier Deschamps o Abedí Pelé, con los que llegaron a ganar su quinta liga y décima copa local, tras dos años de sequía bajo la vigencia de Tapie en la presidencia. En la 90/91, el Marsella incorporó ya, para la Copa de Europa, a dos grandes de este deporte como Eric Cantona y Jean Tigana, que, fugaces, se marcharon a Manchester y retiraron del fútbol, respectivamente. Con ellos en la plantilla, se quedaba un “roster” de ensueño. Todos estos cracks, además de Dragan Stokjovic o Manuel Amoros, llegaron hasta la final de la Copa de Europa, donde se cruzaron con el Red Star de Belgrado. Para recordar ese feroz formato que solo admitía a campeones de ligas, mencionaremos los peldaños que fueron escalando unos y otros. Nuestros protagonistas se toparon con: Dinamo Tirana [ALB] (5-1), Lech Poznan [POL] (8-4), Milán [ITA] (4-1) y Spartak de Moscú [URSS] (5-2). Los yugoslavos, por su parte, tuvieron que batir a: Saltamontes [SUI] (5-2), Rangers [SCO] (4-1), Dinamo Dresden [RDA] (5-1) y Bayern de Múnich [RFA] (4-3).

Por decisión técnica, Cantona no fue convocado a esa final, luego los hombres de Petrovic, se enfrentarían a estos jugadores: Olmeta; Di Meco, Casoni, Mozer, Boli, Amoros; Pelé, Germain, Fournier, Waddle; Papin. Final del tiempo reglamentario: 0-0 en San Nicola. Tiemblan los cimientos de Bari al ver que todo se decidirá en las penas máximas (joer, Bari… Ya no se juegan finales en estadios random, qué tiempos) […] Amoros sería el primer marsellés en patear […] Fuera […] Darko Pancev patea el quinto […] El Estrella Roja era campeón de Europa. No hay mucho documento intuitivo que nos permita analizar, sin un criterio adecuado y una capacidad de contextualización que tampoco tengo, personalmente, el juego de aquel Marsella, así que cito, y pueden ojearlas, que en la mismísima Wikipedia están, las declaraciones del bueno de Sinisa Mihajlovic recordando aquella finalísima: “Esa final todavía es muy vivida en mi memoria. Creo que fue la final más aburrida en la historia de la Copa de Europa. Unas horas antes del partido, a siete de nosotros se nos mostraron cintas con partidos del Olympique. Recuerdo que Ljupko Petrović nos dijo: ‘Si los atacamos, nos dejaremos abiertos para contraataques’, a lo que les pregunté: ‘¿qué hacemos entonces?’ Su respuesta fue: ‘Cuando recibas el balón, devuélveselo’. Así que pasamos 120 minutos en el campo sin tocar prácticamente la pelota. El partido fue a penales, Manuel Amoros no pudo convertir su penalti mientras que nosotros convertimos los cinco. Si hubiéramos abordado el partido con una mentalidad de ataque, probablemente hubiésemos perdido, no porque el Olympique fuera necesariamente mejor que nosotros, sino porque sus jugadores estaban acostumbrados a jugar grandes partidos como este. Teníamos un escuadrón lleno de niños de 21, 22 y 23 años”.

Y con otro cantar, más experiencia, más músculo, menos rodeos, y… Uno de los grandes “arreglos” de la historia del fútbol, dos ediciones después, para celebrar el inicio de la era “Champions League”, el mejor equipo del mundo, el Marsella, y el segundo mejor de la historia hasta entonces, el Milan, se vieron las caras. Y cuando digo que los olympiens eran los mejores, no lo digo por decir. En ese periodo de reestructuración tras el batacazo de Bari, Tapie firmó a jugadores como (y agárrense cómo puedan): Fabien Barthez, Marcel Desailly (!), Alen Boksic o Rudi Völler. Estamos hablando de uno de los dos grandes porteros franceses de toda la historia, de uno de los treintaytantos futbolistas que dominaron una final de la competición más prestigiosa del mundo, de uno de los artífices del milagro de la Lazio en los 90, y de uno de los últimos rockeros con más olfato de gol que se recuerdan. Proyección, destrucción, complementariedad, y gol, dirían en aquellos tiempos. Con un formato atípico que contaba con dos fases preliminares y una fase de grupos con ocho equipos divididos en dos bloques, gigantes de la época como el Barcelona (vigente campeón por entonces), el Leeds o el Austria de Viena cayeron eliminados, quedando el grupo del Marsella conformado además por Rangers, Club Brugge y CSKA de Moscú. Con pleno de victorias sobre Göteborg, Porto y PSV, el Milan se plantó en la final con un elenco inédito y casi irrepetible de jugadores; Baresi, Maldini, Rijkaard, Donadoni, Van Basten o el exbleu Papin formaban parte de aquella plantilla dirigida por Capello, al que solo le faltarían Gullit y el propio Desailly para terminar de conformar uno de los mejores equipos de todos los tiempos. El escenario, inmejorable: el Olímpico de Múnich. Gran lugar para redimirse. Esta vez sí, superando a uno de los gigantes de siempre, el OM tocó la gloria. En territorio bávaro, Barthez; Angloma, Di Meco, Boli, Sauzée; Desailly, Eydelie; Pelé, Deschamps; Völler y Boksic, comandados por Raymond Goethals, “runner-up” también en el 90, firmaron un sello que les introdujo en la historia para siempre… O quizás no tanto.

Apenas semanas después de ganar el título, se destapó uno de los amaños más polémicos que jamás sufrió la redonda. La final no estuvo amañada, sino, no estaríamos hablando sobre ella, eso ya sería un escándalo. Aunque el arreglo en cuestión sí que tenía que ver con la cita. El partido en el que el Marsella sobornó al combinado rival fue el que precedió a la final, un encuentro liguero ante el Valenciennes, donde se produjo un soborno en el que el club norteño se comprometía, no a ceder los tres puntos en favor del OM, sino a no lesionar bajo ningún concepto a los futbolistas rivales. “Nada de levantar el pie”. Esto fue lo que dijo Jacques Glassmann, defensa del VAFC, el 22 de mayo de 1993, sobre lo que le impuso Eydelie a Burruchaga y Robert, entonces compañeros suyos, a cambio de una importante suma de dinero. La trama está bien desmantelada, y el juicio, además de lo que acarreó, recogido. Tapie fue juzgado y bla, bla, bla. Pero lo que nos ocupa es el balón, aunque poco nos queda ya por contar.

Las desgracias se sucedían una tras otra. Los años malos, fueron muy malos. Y los buenos, acabaron consumándose en finales perdidas, una detrás de la otra. Antes de ganar, de forma compartida, dos Intertotos, perdió dos finales de la UEFA, y después, dos finales de Copa. Pirés, Drogba, Nasri o Valbuena fueron algunos de los jugones con los que contó esos años intermedios el OM, hasta que, en 2010, el coraje se impuso al talento. El Olympique de Marsella volvió a ganar una liga. En la 09/10, Mandanda, Heinze, M’Bia, Cheyrou, Niang o Brandao eran los “hustlers” de aquel conjunto en el que la magia la ponían Ben Arfa, Lucho González y Valbuena. En 2013, ya con N’Koulou, Gignac, Ayew o Rod Fanni, se volvieron a meter en Champions, aunque esa participación, la de 2014, fue la última. Este año tienen dos vías para regresar a aquella competición con la que tanto aprendieron y trascendieron: la primera es ganar al Amiens este fin de semana (fácil) y que el Lyon no lo haga en casa ante el Niza (muy difícil). Y la segunda pasa por ganar la final de la Europa League.

Se la juegan. Florian Thauvin, Dimitri Payet y Morgan Sanson no tienen a sus espaldas el peso de poner punto y final a esta aventura europea en la que han dejado a medio continente boquiabierto. También es la diferencia entre devolver al OM a su status quo, o dejarlo a su suerte en la Europa Menor y buscar la salida a un grande. Abedí Pelé puso el córner que dio al Marsella su Copa de Europa, “¿será Yohann Pelé el héroe de Lyon?”, pensarán los fans. Y Maxime Lopez, ¿será su confirmación como crack del futuro en caso de ganar? ¿Es Jordan Amavi el mejor lateral izquierdo en cuanto a calidad, que ha visto la Ligue 1 en años? Y qué hay de Adil Rami, ¿ha vuelto a ser un central, al menos, de tercer escalón mundial? Muchas preguntas, ninguna respuesta. Ninguna hasta el miércoles.

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