
FOTO: Frente Atlético (Twitter)
Sábado, 21 de noviembre de 2005. España y Eslovaquia se jugaban el pase a la Copa del Mundo de Alemania en la eliminatoria de repesca. En una noche gélida y lluviosa a orillas del Manzanares, el cuarto árbitro se dispuso a llamar la atención al seleccionador español para que no abandonara su área técnica. Durante su trayecto, el colegiado italiano plantó su huella encima de uno de los escudos que decoraban la banda del Estadio Vicente Calderón. La respuesta del míster de ‘La Roja’ no pudo ser más contundente: “Y usted no pise ese escudo”. Detrás de esas gafas empañadas se escondía la mirada temible e intimidatoria de quien ostenta 980 partidos defendiendo los colores del Atlético de Madrid. 368 como jugador, 612 como entrenador. Nadie más que don Luis Aragonés Suárez sabía lo que significaba aquello que el trencilla italiano estaba pisando. A ese pobre colegiado no le quedó más remedio que obedecer las palabras del ‘Sabio’.

Me pregunto qué pensaría el bueno de Luis si pudiera levantar la cabeza en días como el de hoy. Imagino a cada segundo qué sería de esa mirada imponente e inquebrantable de poder observar cómo ese escudo del que él es santo y seña, osa y madroño, quedaba mancillado por aquellos que un día predicaron su lema. Eso sí, más como un eslogan comercial que como un mantra espiritual, no vaya a pensar usted que lo importante aquí es todo aquello que no se puede comprar. Sospecho que la indignación y la vergüenza revolverían el alma del ‘Sabio’ con la vehemencia que lo caracterizaba. En cierto modo, me alivia no tener la posibilidad de comprobarlo. ‘Zapatones’ no merecía contemplar semejante traición.
Supongo que, al igual que en mi caso, en las últimas horas habrá visto la maquinaria mediática funcionar a pleno rendimiento. Desde que el Estadio Metropolitano (o Wanda, no olvide que somos clientes) coreara con fuerza aquello de “El escudo no se toca”, ríos y ríos de tinta se han escrito en torno al asunto de moda en el Atlético. Permítame decirle que, si bien ya nada me sorprende, las razones esgrimidas en defensa del logo impuesto me han dejado inmerso en una gran estupefacción.
Sobre la defensa del escudo antiguo se ha dicho que es una causa minoritaria, un movimiento residual en redes sociales solamente apoyado por unos ultras ruidosos que obedecen a sus propios intereses. Su objetivo, según ellos, no es más que desestabilizar al club en el tramo decisivo de la temporada. Otros han ido más allá, llegando a afirmar que, con la llegada del nuevo logo, el Atlético ha batido su récord de ventas en las tiendas oficiales. Una prueba fehaciente de que el logo sencillo y moderno ha calado por encima del vetusto escudo. Un escudo que, por cierto, ha sido sometido a una evolución constante. Unos hablan de doce cambios. Los más optimistas oscilan en torno a veinte. No se confundan, hay honrosas excepciones. Mis respetos hacia María José Navarro, Rubén Martín o Rubén Uría. Al resto, mi más sincera enhorabuena. Se han ganado, un año más, su lugar en la cena de fin de año. De bien nacidos es ser (estómagos) agradecidos.
Sin embargo, el Edén del gilismo contrasta duramente con la realidad. Una realidad que se refleja claramente en el descenso de los precios de los productos de esta temporada. A día de hoy, el precio de la primera equipación ha bajado de los 85 euros iniciales a 59 (con número incluido). Las rebajas en la segunda camiseta son más sonrojantes, pasando de los 85 de julio a los 52 actuales (también con la serigrafía gratuita). La diferencia se magnifica si se compara con los precios de las equipaciones de otros equipos que visten la marca Nike. Sin ir más lejos, la primera camiseta del Real Sporting de Gijón, equipo de Segunda División, ronda los 75 euros. Ni qué decir de clubes de primer nivel como Barcelona o Manchester City, donde los precios superan los 85 euros.
En la comparativa con temporadas anteriores, la diferencia es también muy significativa. Hace un año, la promoción del club era camiseta más serigrafía por 75 euros. Hoy está en 59. Todo ello, contando con más tiendas oficiales que nunca. Algunas, como la de Tres Aguas, están resultando ruinosas. Tendría razón el bueno de ‘Picu’ cuando hablaba de récords. Negativos, todo sea dicho. No caigamos en la tentación de omitir palabras para distorsionar el mensaje, como ocurrió con las declaraciones de Gabi. Porque no es lo mismo decir “con tanto cambio, al final el aficionado ya no se identifica con nada” que “el aficionado ya no se identifica con nada”. No todo vale, señor Díaz.
En ese intento de hacer la guerra sucia, dos frentes se han abierto desde la campaña de defensa progilista. La primera batalla fue contra los propios hinchas. De estos se dijo que eran unos pocos violentos que chantajeaban al club para satisfacer sus intereses particulares. Cuando las firmas superaban las 20 000, afirmaron que no eran fiables. Cuando la mayoría de las peñas se decantaron a favor del antiguo escudo (sin ningún voto en contra), destacaron exclusivamente el porcentaje de abstención. Y cuando el grito ya fue un clamor dentro del estadio, resultaba que, para entonces, ese grupo de sembradores de la discordia –que siempre estuvo abierto a la coexistencia entre antiguo y nuevo escudo– no estaba legitimado para liderar ese cambio. Hablaban de legitimidad los defensores del dúo ilegítimo, aquellos condenados por el Tribunal Supremo por los delitos de estafa y apropiación indebida a partir de la conversión del Club Atlético de Madrid en Sociedad Anónima Deportiva (SAD). El mundo al revés, oiga.
La segunda lucha del gilismo ha ido dirigida contra la propia historia. Una historia burdamente manipulada con la pretensión de “justificar” la imposición del logo. El día de la presentación del nuevo emblema, allá por diciembre de 2016, el Atlético de Madrid publicó una foto con sus escudos anteriores. En ella se contabilizaban once hasta el logo actual. Sin embargo, una mentira repetida mil veces sigue siendo mentira. La única verdad es que el Club Atlético de Madrid ha tenido cuatro escudos en sus casi 115 años de existencia. El primero, de color azul y blanco, fue herencia del Athletic Club de Bilbao. Su evolución en 1917 marcaría el posterior diseño de 1947, solo alterado en 1939 por las alas añadidas del Atlético Aviación. Una vez se desligó de la Aviación Española, el cuadro rojiblanco recuperó la heráldica de antaño. Hasta 2017.

Admítanlo. El logo ha sido un fracaso. Más allá de los múltiples fallos heráldicos que posee, no entraré a realizar ningún juicio de valor sobre la estética del nuevo escudo. A fin de cuentas, sobre gustos no hay nada escrito. Será sintético, será efectivo como logo comercial, pero no es el escudo del Atlético de Madrid. Porque, mal que le pese a muchos, esto no es una empresa de bebidas energéticas, sino un club de fútbol. Pese a los deseos de algunos, aquí no hay negocio sin sentimiento. Y por más que los genios de Vasava se empeñen en darnos “argumentos racionales” para el cambio, el hincha del Atleti se mueve por esa pasión irracional que le hace amar lo suyo, el legado que le brindaron sus padres y abuelos, sin mediar ningún porqué. Sencillamente, no lo pueden entender.
Recuerde. Le robaron su club y, pese a la sentencia de la Justicia, todos callaron. Lo saquearon y lo endeudaron hasta convertirlo en el primer equipo de fútbol en España en ser intervenido judicialmente. Simplemente, porque Gil era un “preso político”. Lo bajaron a Segunda y le prometieron que si ascendían, se marchaban. Lo mantuvieron a la deriva deportiva durante una década vendiendo a sus principales estrellas porque así “se pagaba la deuda”. Usted se manifestó junto a unos pocos y el resto les increpaba porque “el club era suyo y no se podía hacer nada”. Lo desahuciaron de su casa sin que nadie le consultara porque “había que crecer”. Le cambiaron su escudo en secreto y sin preguntar porque “había que evolucionar”. Sancionaron a su equipo con un año sin fichar porque los 65 casos graves de menores eran “culpa del sistema”. Eso sí, si su equipo no gana al Real Madrid y al Barcelona y encima no juega bonito, la culpa es de Simeone.
Mañana le cambiarán el himno porque la letra está anticuada. Pasado le quitarán las rayas por ser antiestéticas. En tres días le modificarán el nombre para adaptarlo a los tiempos modernos. Y, puestos a pedir, le mearán en la cara y le dirán que llueve. Ahora, no se queje, porque “no es el momento y desestabiliza al equipo”. Ah, y tampoco se levante, que al campo se viene a ver el fútbol. Usted es un cliente, consuma y calle. Pero no. Usted, que fue cocinero antes que fraile, es hincha por encima de todo. Sentimiento por encima de negocio, señor Cerezo. No lo olvide. Sin embargo, como el capo todopoderoso que se siente inmune ante cualquier circunstancia (y con razón), cometió el error de obviarlo. Antepuso su ego dando por seguro el dinero. Pisó el escudo del Atlético y le pisotearon su bolsillo. Aprenda la lección, Enrique. Consejo de ‘Sabio’.
1 comentario en «Y usted, no pise ese escudo»
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