Después de que un 23 de diciembre de hace seis años Diego Pablo Simeone se hiciera cargo del banquillo del Atlético de Madrid como solución desesperada a la depresión deportiva e institucional en la que se hallaba inmerso el club. Pocos podíamos pensar que el Cholo iba a ser la solución a décadas de males continuos y el freno a constantes tropelías de la zona noble del palco. Lo primero en lo que incidió tras tomar posesión de su cargo como entrenador fue en la necesidad de que el equipo fuera un equipo molesto. Que los rivales sintieran la pesadumbre de saber que el día en que se tenían que enfrentar al Atlético de Madrid iba a ser más desagradable que una visita al dentista. Todo ello desde el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio por el compañero. Supeditación total al colectivo para aspirar a todo sin levantar la vista más allá de la siguiente fecha en el calendario.

Hoy, seis años después, inmersos en la mejor época en la historia del club y a punto de cerrarse 2017, Simeone ha pulverizado un record más, superando su mejor año natural desde que llegó al equipo. Después de jugar 39 partidos de liga en 2017, el Atleti ha conseguido cerrar el año con 86 puntos, 25 partidos ganados y solamente 3 perdidos. Tres puntos más que en el año 2013, cuya segunda mitad coincidió con la temporada en la que fue campeón de Liga. 86 puntos en una Liga con Madrid y Barça, sufriendo innumerables lesiones, con una plantilla cogida con alfileres, sin un delantero centro acorde la exigencia de luchar contra transatlánticos, después de acometer profundos cambios en símbolos como el escudo y el estadio y, como guinda a todo lo anterior, sin la posibilidad de inscribir nuevos efectivos hasta enero de 2018…
Una vez más hemos tenido que asistir al enésimo discurso apocalíptico por parte de la central del pensamiento único. Al poco de comenzar. Ocurrió allá por enero y volvió a ocurrir hace apenas un par de meses. Simeone ya no motivaba, los jugadores no le seguían, el vestuario estaba dividido… en definitiva, se agotaba el ciclo. A día de hoy, cerrada la competición en este año 2017, el equipo se encuentra segundo en la tabla, cierto que lejos del Barça, pero cinco puntos por delante de nuestros adorables vecinos y habiendo perdido una única vez, hace unos días en Cornellá. Bien es cierto que la eliminación en Champions ha supuesto un durísimo e innegable revés, pero el grupo ha soportado el golpe y sigue compitiendo de la misma manera. En cualquier caso, el equipo sigue cuarto en el ranking FIFA, algo impensable no hace tanto tiempo.
2018 tiene que servir para apuntalar los defectos del equipo, con la llegada de un goleador como Diego Costa y de un jugador de la fuerza y polivalencia de Vitolo, a la espera de nos pueda esperar alguna sorpresa más por Reyes.
Después de tres años en los que Simeone le ha dado mil vueltas tácticas a una plantilla carente de gol y sometida en su base a un desgaste excesivo, la llegada de estos dos efectivos puede suponer una clara vuelta de tuerca en lo ofensivo, sin perder un ápice de la agresividad impresa en el ADN de este equipo, sin más objetivos que no mirar más allá del próximo partido y con el convencimiento de que, posiblemente, lo peor haya quedado atrás.