A dos días del derbi, en #Minuto0, Sául Ñíguez Esclápez ha querido ofrecernos una entrevista que pone la piel de gallina a cualquier aficionado al fútbol. Un recorrido por su carrera profesional con momentos buenos y no tan buenos, desde que entró en la cantera del Real Madrid hasta el día de hoy en el Atlético de Madrid.

Con apenas 9 años, Saúl Ñíguez ya era querido por canteras como la del Real Madrid, pero su padre no se lo permitió ya que era una edad demasiado corta. Sin embargo, dos años después, con 11, el alicantino pasó una temporada con el club blanco. «Fue una etapa dura pero buena y me sirvió para madurar. Gracias a eso estoy donde estoy ahora» decía el centrocampista. Su padre añadía lo siguiente sobre su paso por el (ahora) equipo rival: «Lo pasó mal, no estaba a gusto, le robaban las botas, comida y le ponían castigos sin que hubiera sido él».
‘Y de Chamartín, a Manzanares’. Tras dejar la residencia en Madrid y volver a Elche, su entrenador en infantiles, Pepe Fernández, le llamó para jugar en el Atlético de Madrid. «En el Atleti lo importante no era jugar al fútbol, sino la persona y sus valores, era como estar en casa», decía Saúl recordando su llegada al club, y «se me ponen los pelos de punta cada vez que habla del Atleti, siempre habla maravillas del club», decía su padre al momento.
El debut en Primera División fue en la temporada 2012/2013, precisamente el 21 de abril de 2013, en sustitución a Koke en un partido contra el Sevilla FC. Una temporada después, el míster decidió que debía ser cedido y crecer en otro equipo de la capital, en el Rayo Vallecano, donde marcó su primer gol en Primera frente al Espanyol. «Sabía que al volver del Rayo iba a volver a salir cedido, pero el míster me vio diferente y decidió que me quedara. Todo lo que soy es gracias al Cholo.«
Uno de los momentos más duros de su carrera, por no decir el peor, sin duda fue el duro choque frente a Kyriakos Papadopoulos, en el partido ante el Bayer Leverkusen en la temporada 2014/2015. Esa colisión entre ambos futbolistas trajo problemas a Saúl, que se vio obligado a abandonar el terreno de juego e irse de camino al hospital. «Mi padre me dijo que un jugador no debería salir del campo en camilla así que aguanté todo lo máximo posible, pero a los 23 minutos del golpe no podía más. Fue muy duro, orinaba sangre y decidí que me quitaran el riñón, pero el Mono Burgos fue el único que me hizo cambiar de opinión, lo hizo con un sentimiento especial«, decía el ilicitano.
Su esfuerzo, ilusión y entusiasmo por el club le han convertido en uno de los pilares más importantes del equipo. Ahora, Saúl es uno de los jugadores imprescindibles de Simeone y un habitual en la Selección Española.