OPINIÓN. “Y usted no pise ese escudo”. Ya con el paso de las horas, sólo se me viene a la cabeza esa frase, la que dijo D. Luis Aragonés. Más allá del cambio de estadio, del nombre comercial, no puedo dejar de pensar en el escudo. Ese cambio, que a mí forma de ver y la de muchos, es un ultraje a la historia del Atlético de Madrid. Porque el cambio, de haberse hecho, se podía haber hecho bien, respetando la orientación de la osa y el madroño, con retoques que le dieran un nuevo estilo, pero sin perder la identidad.
No puedo dejar de pensar, y más aún cuando lo recuerdan en todos los lugares, que el Atlético de Madrid ha cambiado el escudo. Ese escudo que no toca ni mi madre, que no dejo que se pisotee ni menosprecie por nada en este mundo, si estoy hablando de nuestro escudo, que no va por encima, que va por dentro. Puede que sin redes sociales o todas las tecnologías de hoy en día, el cambio no hubiese provocado tantas críticas, incluso en la época en la que se cambió de escudo se pudo estar de acuerdo, pero el de que se ha propuesto, sinceramente, es un ultraje. Se podría haber hecho un cambio, en el que pocas cosas hubieran cambiado, pero así son las cosas.
Lo que de verdad tengo claro, Y TODOS DEBEMOS TENER CLARO, es que nada ni nadie debe cambiar el amor por unos colores que no se cambian por nada. Ni quien mande, ni un cambio, bueno o malo (algo que aquí no voy a valorar), ni desprestigios, nada va a separarme, por lo menos a mí, de algo que de verdad amamos, algo que defenderíamos hasta en los confines de la tierra, tanto yo como todos los aficionados, que de verdad queremos y amamos al Atlético de Madrid. En momentos de dudas, en momentos de cambios, debemos decir bien alto: “Cuando deje esta vida para siempre, diré bien alto tuve la suerte, fui colchonero hasta la muerte”.
Porque hoy y siempre: ¡AUPA ATLETI!
