
Foto: AtléticodeMadrid
Con el pase a la final, tras la hazaña conseguida en el Emirates Stadium, la afición se volcó con el equipo. Todo el mundo quería dejarse la garganta. Por motivos laborales o estudiantiles, se vendieron 10.000 entradas, no llegaron a agotarse para viajar a Lyon. Así que todos aquellos incondicionales que no pudieron acudir al estadio de la final, se reunieron en dos puntos de Madrid: los aledaños del Vicente Calderón (bares) y el Metropolitano, donde habían instaladas pantallas gigantes.

Vamos a ir comentando poco a poco como iba calentándose el ambiente. Primeramente, a las 18:00h apenas había gente en los exteriores del Metropolitano, unos 50 seguidores rojiblancos. Pero no eran los únicos que estaban cerca del estadio, sino que también había bastantes hinchas haciendo tiempo, tomándose un aperitivo en los bares de la zona. Llegaron las 18:30h y ahí comenzaron a llegar las primeras masas de rojiblancos y con ello el inicio de los primeros cánticos. «Atleeti, Atleeeti», «Volveremos a ser campeones, como en Hamburgo y Bucarest». A eso de las 19:30h, ya habían llegado todos los colchoneros, todos los grupos que llegaban cantando al estadio se juntaron y se pusieron a cantar a capella nuestro himno en la puerta 42. Después llegarían más cánticos dedicados a nuestro Atleti, al igual que a nuestros queridos vecinos. Niños, jóvenes, adultos y abuelos cantando, saltando, bailando y sobre todo disfrutando. Ni la pirotecnia faltaba, ya estaban todos los ingredientes para que la final diera comienzo en el Metropolitano. En cuanto a las pantallas, se colocaron 5 en total, dos en los dos fondos, y el resto en la grada contraria a la famosa «peineta». Salvo una vez que se detuvo durante 5 minutos aproximadamente antes de que Antoine marcara el primero, el partido se pudo ver con bastante calidad y un genial audio, de hecho a veces no se sabía si era el público de Lyon quien cantaba, o era el Metropolitano.
¿Cómo se comportó el público en el Metropolitano? De 10. Salen las alineaciones y lo típico, pero mucho más intenso que muchos partidos. No se animó los 90 minutos de partido debido a que no había una grada de animación que llevara los cánticos, sin embargo, cada 4 o 5 minutos surgía algún que otro, que con suerte contagiaba al resto de la grada. Llegaban las primeras acciones polémicas del partido, relacionadas con la no sanción con tarjeta amarilla a algunas faltas claras de ciertos jugadores del Marsella, y el público protestaba con intensidad y alguno que otro se empezaba a temer lo peor. Pero esos temores se esfumaban cuando llegó el primero de Antoine, que hacía que la locura llegara al nuevo estadio. Llega el segundo del francés y el Metropolitano celebró con rabia y sobre todo respiró, la frase «por lo menos si nos marcan uno seguimos ganando» se repitió en más de una ocasión. Pero como el Atleti es capaz de todo, el público no se fiaba de nada y seguía teniendo unos nervios reflejados en el cierre estomacal y temblores. Aún así, poco a poco el tiempo se iba acabando para los franceses, y el aficionado cada vez más esperanzado se encontraba. Llegó la ocasión más claro para el cuadro galo, con el remate de Mitroglou que se topó con el poste. El mini-infarto colchonero paralizó a los allí presentes.. En el 89′, Gabi haría el tercero, y la grada celebraba el tanto y el título a la vez. Entonces la hinchada no paró de cantar, de botar y de gritar. Se llegaron a encender tres bengalas arrebatadas por la seguridad del estadio al minuto, con el encuentro ya terminado. Un joven de unos 10 años de edad saltó al terreno de juego, como signo de la alegría y la euforia, que más tarde sería «desterrado» del nuevo feudo rojiblanco incomprensiblemente por la seguridad del estadio. La locura se había adueñado de las almas de los aficionados atléticos. Bendita locura. Al salir del estadio, castillos de fuegos artificiales iluminaban la noche madrileña. Pese a quien le pese, Madrid es rojiblanca.
En definitiva, en el Metropolitano tienen que ocurrir una serie de momentos para que nos sintamos como en casa, y hoy ha sido uno de ellos. Todavía quedan, pero cada vez van siendo menos.