
FOTO: AtléticodeMadrid
Dicen los entendidos que la historia es cíclica, un incesante comienzo que se repite de forma infinita. El tiempo, que pasa de forma imparable para todos, nos termina transportando siempre al mismo lugar. Eso pensarán aquellos jóvenes (y los no tan jóvenes) que un 1 de mayo de 1986 partieron desde Madrid hacia las tierras sureñas de Francia para ver a su Atlético de Madrid jugar una final europea doce años después del fatídico gol de Schwarzenbeck en Heysel. Casi 25 000, ni más ni menos. Han pasado 32 años de aquello. Los padres, ahora abuelos, volverán a pisar la carretera en busca del archiconocido destino. Los hijos, ahora padres, irán de la mano con sus pequeños para hacerles comprender aquello que la razón no entiende. Las mismas banderas al viento, las mismas caras pintadas. Y, cómo no, la misma ilusión de siempre.

De nada importa que las heridas del reciente pasado estén sin cicatrizar. De nada importa volver al barro después de haber degustado el mejor caviar. De nada importa regresar a las calles que te vieron llorar en la penumbra de la noche, desolado, trasnochando en un parque para hacer otras 16 horas de autobús al día siguiente. Así es el hincha del Atlético de Madrid. Resiliente, irreductible. La ilusión rebosa por todas partes. En los carteles de la frontera con Francia un nombre ya se visualiza: Lyon. Para algunos, ciudad maldita. Para otros, la mejor conquista. Tan paradójico como la vida.
Y es que muchos recordarán aquel 2 de mayo de 1986 como el día en el que se consumó la exhibición de uno de los equipos más poderosos del planeta. Cualquiera que oyera hablar del Dinamo de Kiev de Lobanosvky se echaba a temblar. Aquella legendaria Unión Soviética de México 86 contaba con hasta 13 jugadores del cuadro ucraniano. Nombres como Rat, Demianenko, Zavarov, Belanov y Blokhin completaban un elenco de estrellas del fútbol del Este. Enfrente, el Atlético de Luis Aragonés, lleno de canteranos y gente de la casa, se había plantado en la final sin perder ni un solo partido. Celtic, Bangor City, Estrella Roja y Bayer Uerdingen habían sido las víctimas del equipo del ‘Sabio’. Pero no hubo opción. Desde el minuto 5, el Dínamo ya se imponía en el marcador. Los rojiblancos solo pudieron inquietar a los soviéticos al inicio del segundo acto. Blokhin y Evtushenko, a la contra, sentenciaron la contienda.
Nada pudo hacer el cuadro rojiblanco por detener el fútbol directo y veloz de los soviéticos. Desde entonces, varias generaciones de colchoneros esperaban ansiosos su redención. Sin embargo, aquella noche para olvidar se convirtió en una inolvidable. Por las aguas del Ródano desembarcó una riada de aficionados atléticos. Rumbo al estadio, millares de hinchas se agolpaban junto al autobús cantando exaltados y enfervorizados. Tomás Reñones no pudo evitar que de sus ojos brotaran las lágrimas. La salida al terreno de juego se hizo más espectacular. Cuenta Miguel Ángel Ruiz que, en un gesto de complicidad, el árbitro le señaló a uno de los fondos de Gerland. Allí botaban los suyos mientras retumbaban cimientos del estadio. “¡Atleti, Atleti!”. Así hasta el final. Lyon había sido conquistada. Europa conocía a la hinchada del Atlético.
Este miércoles, un sinfín de recuerdos volverán a la memoria de los nostálgicos, de las últimas legiones de aficionados rojiblancos que tomaron la ciudad de Lugdunum. Muchas cosas cambiaron desde entonces. Se fue el Calderón, se esfumó Gerland y desapareció la Recopa. La URSS se derrumbó y el Dínamo de Kiev pasó a ser una sombra de sus gloriosas cenizas. Al Atlético, al puro, lo secuestrarían al año siguiente. Murió el fútbol de antaño, pero la pasión del último reducto de románticos permanece intacta. Las espinas, eso sí, continúan clavadas. La de aquella maldita Recopa que pasó de ser sueño a utopía en cinco minutos. 11 702 días más tarde, ha llegado la oportunidad de sacarnos hasta la última astilla. La historia es cíclica, sí. Pero como afirmaba Oscar Wilde, el único deber que tenemos con ella es reescribirla. Simeone ya ha cogido pluma y papel mientras sus fieles van aterrizando en masa. Lyon vuelve a ser rojiblanca. Esta vez, toca volver con la copa. Neptuno espera. Forza Atleti.