Hasta el atlético menos creyente de los creyentes tenía un mínimo de fe. Mantenía la esperanza mientras se ataba a un clavo ardiendo soñando con un cuento de hadas, con el idilio perfecto. Pero los sueños, sueños son.

El conjunto de Diego Pablo Simeone visitaba esta noche el estadio que tanta felicidad dio en su día en aquellas semifinales de 2014, con el objetivo (sí, objetivo) de romper las barreras de lo cognoscible. Aun sabiendo del milagro que requería esta jornada de martes, el argentino puso toda la carne en el asador siempre que fue conveniente. Salvando la notable ausencia de Godín, el Atleti formó el once más competitivo del que dispone hasta que llegue el ansiado mes de enero. Con unos hoy discretos Lucas y Savic, la defensa se encomendó a las tareas defensivas de Giménez, Thomas y Saúl, que no pudieron impedir un recital tremendo de Eden Hazard, el cual, y por suerte, fue frenado por otro concierto con sello propio: Jan Oblak. Ante un Atleti que se vio desbordado en infinitas ocasiones, el esloveno ofreció lo mejor de sí para realizar varias atajadas milagrosas. Zappacosta y Morata no tuvieron su noche gracias a él. Ante el trabajo defensivo que hacía a Giménez la sombra del astro belga “blue”, Filipe asumió prácticamente todo el peso del juego en su carril, buscando conectar siempre con Griezmann, Koke y Gabi. Precisamente, estos dos fueron de más a menos durante el encuentro, en gran medida por el controlado arranque de partido que desembocó en un ida y vuelta constante a partir del empate que perjudicó al capitán y al vallecano en favor de un rocoso centro del campo rival, donde Cesc Fábregas era la voz cantante que se descolgaba de una pétrea y fija medular para dar el último pase hacia la delantera londinense.
Aunque dejase más detalles de calidad de los que suele hacer cuando no tiene el día, Griezmann no se mostró como la gran figura que siempre se le exige ser, cosa que sí hizo Hazard para el Chelsea, al menos esta noche. Un Fernando Torres algo intermitente, ofrecía al equipo soluciones en muchas zonas del campo y obstáculos en otras tantas. Y en el ojo de la tormenta, el de siempre. El de las grandes citas y los momentos difíciles. Cuando la tensión se podía cortar con un cuchillo tras conocer el gol de la Roma, Saúl Ñíguez Esclápez, Don Saúl Ñíguez Esclápez, remató una prolongación de Torres en un balón parado con un testarazo que ya se va haciendo habitual en el 8. Sin duda fue la tercera figura de la noche, aguantando los 90 minutos el altísimo ritmo que imponía Kanté iniciando las transiciones, nada menos. Tras el gol, un asfixiado Atleti no tuvo más opción que recular y esperar agazapado un contraataque, tan agazapado que finalmente se vio desbordado por un eléctrico Pedro, que revolucionó el partido y forzó, a la larga, el disparo de Hazard que acabaría en el empate tras un error no forzado de Savic.
Ahora no hay que alarmarse. En muchísimas peores nos hemos visto. Literalmente. El equipo está compitiendo mejor que nunca en lo que va de año natural, con el aliciente que suponen las incorporaciones en el mercado invernal. Simeone ya ha dicho que el equipo está para pelearlo todo, Europa League incluida. Ahora, se debe trabajar para que esos milagros probabilísticos se conviertan en sucesos seguros. Y eso se consigue con trabajo, trabajo y más trabajo, porque al final mantener la esperanza mientras te atas a un clavo ardiendo soñando con un cuento de hadas, no sirve de nada. Porque los sueños, sueños son. Tenemos que soñar despiertos de nuevo.