Estoy loco. Eso es así. Nadie puede estar en su sano juicio cuando ha pasado las cinco etapas del duelo para volver a creer en la causa que pensaba perdida. Seguramente necesito ayuda. Intenten entenderme.

El día del sorteo de estos cuartos de Champions las atravesé casi sin darme cuenta: «Barcelona vs Atlético de Madrid.» Escuchaba en la radio.»¡NO! No puede ser, otra vez no. Un duelo español, el peor además.» Me decía. Tras la negación llegó la ira: «Esto es increíble, la UEFA siempre igual. ¡Malditas bolas calientes!«. Tras la ira, la negociación: «A lo mejor si se lesionan Messi, Neymar, y Suarez tenemos una oportunidad. O una plaga en la defensa.» Maldita mi suerte, que la plaga llegaría en otra dirección. Y finalmente, llegaron la depresión y la aceptación, casi al mismo tiempo: «Bueno, fue bonito mientras duró. Ahora toca ver cómo sale.» Y así después este proceso mental, esquizoide diría, asumí que no había otro camino al cielo de Milán que el que pasa por el Everest de Barcelona. Sin embargo, con el paso de los días, tras un par de semanas de crisis nerviosa por la plaga de lesiones, vi una intensa luz. Una que me ha cegado, ha nublado mi mente y mi juicio. Ya no veo lesionados, veo guerreros. Ya no veo rivales indestructibles, sino un grupo vulnerable. No lo veo todo negro como Jagger, sino de color rojo y blanco. Veo más, y creo en todo. Quiero pedirle, estimado lector, que me ayude a recobrar la razón.
Ayúdeme. Estoy loco, de remate. Loco por creer. Loco por sostener mi fe en un solo hombre que, además, ni siquiera se vestirá de corto. Simeone lo ha dicho: «El único resultado bueno es ganar. Los jugadores deben saber que un minuto es la vida.» Mi vida y mi razón pasan por cada minuto que sigue en el banquillo nuestro líder. Ese que nos ha traído hasta aquí, tres veces consecutivas. El recuerdo nos lleva a la primera vez, precisamente frente al Barça (gracias Tata, por todo. Vuelve, por favor). Esta vez parece más temible, aunque hace 3 años también lo parecía, aún así creo locamente en la victoria. Ni lesiones, las circunstancias, los calendarios, o el mal tiempo me cambian la creencia. Ni la zurda atómica, la samba, o el pistolero charrúa me intimidan. Tengo fe ciega en el Rayo de Crevillente, en nuestro Filipe, en nuestro Faraón. Creo en nuestro muro esloveno a ritmo de rumba. Lo sé, estoy como una cabra por creer. Pero miro el centro del campo y me vuelve a cegar la fe, al ver a 3 canteranos titulares, ver a ese nuevo césar, nuestro Augusto, junto a ellos. Ver arriba a los tres mosqueteros en uno, el cuarto, Monsieur Griezmann. Y por último, me ciega ver junto a él a una estrella del escudo, la que aporta el alma de toda una generación que vio morir sus sueños en la orilla del Manzanares a manos de los directivos, entrenadores que no daban la talla, jugadores que no sentían el club como él. Que tuvo que marcharse para ver a su equipo ganar en la lejanía, que volvió para hacerlo campeonar otra vez más. Su fe por ganar un título esta temporada me hace perder el juicio.

No les pido que se cieguen como yo. No les pido que pierdan un tornillo, o dos. Les pido que me den motivos para recobrar la razón. La que me obligue a ver de nuevo por qué no es posible ganar. La que me llevó por las 5 etapas del duelo y me ayudó a aceptar nuestro fatal destino. Quizás ustedes no puedan ayudarme. Quizás nadie pueda. Porque estoy loco por creer en mi equipo. Porque, como decía Goethe, la locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma. Quizás nuestro destino no se vista de fatalidad sino de gloria.
A las 20:45 por Antena 3 y por nuestro Twitter @atleticosport podréis seguir al equipo que me vuelve loco.