
FOTO: AtléticodeMadrid
Dos partidos malos. Dos, han sido suficientes para que los agoreros propios y ajenos que llevaban escondidos en sus cuevas desde octubre hayan salido a la luz dispuestos a ajusticiar a los que nos han llevado al lugar que llevábamos décadas sin ocupar. Entiendo a los que llevan seis años esperando la caída que nunca termina de producirse. Una y otra vez. Es muy incómodo hacer sombra a la gallina de los huevos de oro. No conformarse con las migajas que dejan. De verdad que los entiendo. Sin embargo, no entiendo ni entenderá a los que sufren de amnesia selectiva. A los que un día se jactan ganar por 1-0 ó 0-1 terminando el partido con siete defensas, como ocurrió en el Villamarín, y hoy echan pestes sobre todo lo que se mueve. A los que presumían de no dejar nunca de creer y ahora incluso quieren ver fuera a Simeone. Increíble, pero los hay. Allá ellos con sus pensamientos.

Tampoco se pretende esconder la realidad. El Atleti ha encadenado dos partidos malos. Horribles. Uno de ellos es posible vaya a provocar la eliminación de Copa y en el otro se ha empatado con el Girona, que está haciendo una muy meritoria campaña, pero no deja de ser un equipo al que habría que ganar, especialmente en tu campo. Es cierto que ambos partidos han dejado sensaciones pésimas. Sujetados únicamente por la capacidad de Diego Costa, el medio campo y la defensa están dando unas muestras de endeblez que no se conocían desde hacía tiempo. Saúl, Gabi y Koke están fundidos. A Thomas no le alcanza aún para tener la regularidad que requiere este equipo, aunque llegará, como le pasó a Saúl hace tres años. La ausencia de Filipe pone de manifiesto una alarmante falta de profundidad por la izquierda, aunque Lucas esté cumpliendo en lo defensivo. Vrsaljko y Juanfran se han ido alternando a lo largo del año con suerte irregular, y arriba, hasta la llegada de Costa, no ha habido más que oscuridad, con Griezmann más desaparecido que otra cosa. Los únicos valores seguros han sido Oblak y el rendimiento de Diego Costa desde su aparición a principio de mes. Aún así, el equipo está segundo en liga, con tres puntos de ventaja sobre el mejor Valencia de la última década y con once de ventaja sobre el quinto. Muy mal se tiene que dar para no clasificarse en puestos de Champions…
No voy a esconder que ayer Simeone se equivocó. Igual que se ha equivocado otras veces y se equivocará en el futuro. Lo hizo retirando a Griezmann, justo después de hacerlo con Costa debido a unas molestias físicas del de Lagarto. Es verdad que podría haberle dejado veinte minutos más y que con ese cambio mandó un mensaje inequívoco al equipo y al rival, al tiempo que «traicionaba» al mantra del partido a partido, del cual mucha gente se ha olvidado estos días con motivo de la eliminatoria de Copa. Es cierto que Antoine una vez más (y van muchas) no hizo gran cosa, pero tenerle en el campo obliga al adversario a mantener a alguien siempre pendiente de él, aparte del poder de intimidación que aún (no sé por cuánto tiempo más) genera. Sin Griezmann, el Girona se atrevió a ir a buscar las cosquillas del Atleti y éste terminó de perder toda referencia ofensiva. Al final, aparecieron esas cosquillas y el resultado fue el que es. No obstante, de ahí a lanzarse como hienas sobre Simeone hay un mundo. Que no cuenten conmigo. Veremos dónde están aquellos que tanto le critican en días como hoy cuando llegue el momento en que ya no sea entrenador el Atlético de Madrid. Memoria. Como dijo Napoleón, una cabeza sin memoria es una fortaleza sin guarnición.