Hace un par de días pudimos leer en los medios que, en contra de lo que pudiera parecer y a pesar de las supuestas manchas de agua captadas por los exploradores robóticos enviados a Marte, resulta que es posible que esas manchas en realidad no se correspondan con un mundo húmedo en el que hace millones de años existían ríos, océanos y hasta tsunamis. Un nuevo estudio publicado por una revista afín a la NASA documenta, sin embargo, que esas manchas que aparecen en la superficie del planeta rojo se corresponden en realidad con grandes masas de arena moviéndose de una manera similar al agua en estado líquido, desterrando (nunca mejor dicho) la posibilidad de que exista vida en su interior. Todo lo contrario, ocurrió esta noche en el Metropolitano después de que la Roma lo visitara por primera vez. Lo que en un principio se traducía como ausencia de vida tras los malos resultados obtenidos en la Liga de Campeones y el mangazo sufrido por el Qarabag un par de horas antes en Bakú ante el Chelsea, después de que durante los primeros 20 minutos los azeríes encerraran a los ingleses e incluso estrellaran un balón en el palo, finalmente terminó por convertirse en un atisbo de vida latente. Es cierto que ya no existe agua en forma de río junto al nuevo estadio, pero también es cierto que hemos descubierto que la vida puede existir en otras formas. Y también es cierto que el río Henares tampoco pasa tan lejos de allí…

A decir verdad, la mutación hacia esta nueva forma de vida comenzó a producirse el sábado pasado ante nuestra némesis. Por vez primera se produjo esa simbiosis que tanto estábamos echando de menos entre interior y exterior. Entre los que estaban en el césped y los que estábamos alrededor. Esta noche se ha dado un paso más. Esta noche ha vuelto a saltar la chispa y la atmósfera ha vuelto a conducir la electricidad perdida. Equipo y afición volvieron a ser uno tras tantas idas y venidas, tanto enfurruñamiento, tanta crispación después de un octubre negro en el que todo salió absolutamente al revés. Por fin el Atleti fue el Atleti, especialmente a partir de la segunda parte, en gran medida debido a que también por fin Griezmann fue Griezmann. Su extraordinario gol suspendido en la estratosfera por unos segundos que parecieron minutos, como ya hicieran los gemelos Derrick hace muchos años en los episodios animados de Oliver y Benji, fue la culminación a un partido en el que se volvió a echar al equipo a la espalda en ataque, fue el primero en sacar el balón del área propia cuando fue necesario y se asoció por todo el frente de ataque con Torres, Koke y Correa, cuándo este último se incorporó por un desubicado Augusto.
Bien es cierto que poco antes del partido nos llevamos el sobresalto de que Juanfran se caía de la alineación por problemas físicos, lo que unido al enésimo expediente X de Vrsaljko obligaba a colocar ahí a Thomas como solución de emergencia. Le costó al ghanés. A la forzada reconversión al lateral, se unió que por ahí le tocaba emparejarse con un Perotti en modo puñal por esa banda. La Roma creó mucho peligro a través del argentino durante la primera parte, que fue lo que tardó Thomas en adaptarse a su improvisado papel. Mientras tanto, unas veces Lucas y otras Giménez, ambos sostuvieron fantásticamente bien al equipo en lo defensivo, demostrando que aparentemente los problemas vividos hasta ahora con los centros laterales han quedado atrás. Mención aparte merece Filipe, excelente en todo, ofreciendo una salida en todo momento y barriendo cuando había que barrer. A ellos se unió Thomas definitivamente en la segunda parte para formar una línea de cuatro sin fisuras, atreviéndose incluso a subir con peligro.
Inevitablemente queda el regusto amargo de que el agujero negro en el que nos sumimos durante el mes de octubre hace pender del hilo de un milagro de proporciones bíblicas la continuidad en Champions, a pesar de la clara mejoría experimentada ante el Madrid y la Roma. En cualquier caso no queda otra que agarrarse a ello. Aferrarse a lo que sea de aquí a las dos semanas que nos separan de Stamford Bridge. Al contrario que en Marte, aquí en planeta Atleti sí que hay vida, y ya se sabe que mientras hay vida…