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La felicidad. Dice la Real Academia Española de la Lengua que la felicidad «es un estado de grata satisfacción espiritual y física». Lo cierto es que después de leer esta definición, parece que nos quedamos igual que estábamos. Todas las corrientes filosóficas a lo largo de toda la Historia se han planteado el concepto de la felicidad y qué es lo que hay que hacer para encontrarla. Para el budismo, la felicidad reside, no en un objetivo en sí mismo, sino en las vivencias y las experiencias por las que se atraviesa en el camino hacia dicho objetivo.

Si viajamos a Grecia, Sócrates, por ejemplo, decía que «la felicidad no es la búsqueda de más, sino el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos». Cuanto menos necesitemos, más disfrutaremos de lo que tenemos y más felices seremos por ello. Por su parte, Platón decía que «el hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo y no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir». Aristóteles estaría también en la misma línea. Para ellos cada persona poseía el secreto de su propia felicidad, algo no extrapolable a los demás, claro está. Unos son felices amasando fortunas, otros con el reconocimiento profesional y otros leyendo el periódico y viendo la vida pasar mientras toman un café en una terraza. También los hay que no son felices con nada que no sea amargarle la vida a los demás, pero eso ya es otro tema.
La felicidad ha dado también título a numerosas canciones, desde La Cabra Mecánica hasta Romina y Albano. Curiosamente, pese a su disparidad en el estilo musical, unos y otros inciden en el disfrute de las pequeñas cosas como fórmula maestra para encontrarla.
Hoy todos los que vivimos en rojo y blanco somos felices. Inmensamente felices. A pesar de haber probado el caviar, de haber tenido acceso a los espacios más exclusivos y lujosos, de habernos codeados con lo más granado del universo futbolístico. A pesar de haber perdido momentáneamente y antes de tiempo el acceso a ese selecto club llamado Champions League. Nadie nos puede quitar hoy ese Metropolitando hirviendo, esa plantilla mordiendo por cada balón, por cada metro, aún consciente de las limitaciones que todos conocemos. Ese amor propio de luchar por esta Europa League con la ilusión de un juvenil. Ese Diego Costa recogiendo un maravilloso pase de Griezmann como un caballo desbocado. Ese Simeone disfrutando en la grada como un hincha más… Todos queremos ganar. Eso es innegable. Maravilloso también. Pero las experiencias que estamos viviendo en el viaje de estas últimas 6 temporadas sí son pura felicidad. Que cada cual la viva a su manera, pero que no nos digan cómo la tenemos que vivir nosotros.