
He de confesar que después del gran segundo tiempo del Atleti en Sevilla el pasado sábado tenía el miedo de que aquello hubiera sido un suceso provocado por la angustia de tener que nadar a contracorriente tras un primer tiempo deficiente. Lamentablemente, esos temores no eran infundados y se confirmaron en el Bay Arena ante el Bayer Leverkusen. El Atleti volvió a realizar un ejercicio lamentable en los primeros 45 minutos, como tantas veces está haciendo esta temporada. Como en Vitoria, como en Sevilla, como en Valladolid y como en otros tantos partidos en el Metropolitano, incluyendo el que disputó ante este mismo rival. Lo vivido anoche colmó el vaso de todos los esperpentos vividos en todos esos primeros tiempos citados. Al césped salió un equipo sin tensión, sin intensidad, sin ideas, sin actitud y, lo que es peor, sin carácter ni personalidad.
Un guiñapo al que un simple córner en contra le bastaba para entrar en pánico, víctimas incluso de fuego amigo chocando y estorbándose unos a otros. El 1-0, a la salida de uno de esos córners, fue fiel reflejo de los otros 7 anteriores que ya habían volado sobre el área pequeña de un Oblak, al que ayer vimos especialmente inseguro y nervioso por alto. Primero Diego Costa estorbó al esloveno en el primer palo y después Thomas colocó el balón en la red después de, extrañamente, golpearlo de refilón con la cabeza, teniendo el cuerpo perfilado para despejarlo hacia un lado. Incluso en ese vuelo hacia la red la pelota pasó al lado de Diego Costa, plantado junto al palo izquierdo, que aún no sabemos por qué no sacó la pierna a tiempo para despejar. Todo esto a muy poco de finalizar una primera parte de juego infame en el que los alemanes no daban crédito a la placidez que estaban disfrutando en el terreno de juego.
La segunda parte comenzó con el Atleti queriendo despertar. Solo queriendo, porque cuando se quiso dar cuenta, el Bayer consiguió el segundo en un desajuste defensivo por la izquierda, sumado a un fallo absurdo de Hermoso en un centro fácil de despejar. A partir de ahí, otra vez la urgencia, las prisas, la ansiedad y el toque a rebato, pero el equipo no fue el de Sevilla. Solamente cuando entró Vitolo y salió un cada vez más desaparecido Costa, el equipo consiguió presionar como no lo había hecho hasta entonces y a llegar con peligro, aunque con el mismo nulo acierto reciente en el último pase o en el remate. Como sería la cosa que hasta Oblak se vio envuelto en una tangana en el área a poco más de 10 minutos para el 90. Algo inaudito hasta la fecha y que muestra el desquiciamiento generalizado de la plantilla. Así, entre idas y venidas, llegó el minuto 93, en el que Morata culminó una buena jugada de Thomas para conseguir el triste consuelo de ganar el gol average particular con los alemanes.
No quedaría ahí la cosa; con uno más ya en el campo y cuando ya teníamos la cabeza más puesta en irnos a dormir que en cualquier otra cosa, en el minuto 94 un balón colgado al área local a la desesperada le llegó llovido del cielo después un sinfín de rechaces a Morata como le gusta a cualquier delantero: botando, en el centro del área y solo delante de un portero en el paredón del fusilamiento. A pesar de la infamia de partido realizado y de tener un 2-0 en contra, una inmensa oportunidad para irte a casa con un empate inesperado. Sin embargo, incomprensiblemente Morata remató contra el pie de Radetzky. Sí, Radetzky el portero, no el compositor de la famosa Marcha. Hubiera sido inmerecido, pero podía haber sido a pesar de todo. Un punto que no hubiera hecho olvidar la sensación de equipo caricaturesco que se nos quedó en el cuerpo. Esperemos que Simeone, como dijo en Vitoria hace unos días, vaya teniendo claro lo que falla. Seguramente sea así. Lo que no que yo no tengo tan claro es que, entre tantas caras nuevas, los actuales veteranos sean capaces de imponer el carácter que tenían otros que ya no están. Buenos futbolistas hay muchos. Estandartes, es lo que escasea ahora…
Con todo y eso, el que suscribe no se baja del barco. Aúpa Atleti. Siempre.