
Foto: AtléticodeMadrid
Esa sonrisa. La de un niño de ayer, de hoy, de mañana… Un niño que esta noche se ha acostado con una de las muchas camisetas del Atleti que tiene guardadas en el cajón. Que hoy le ha dicho a sus padres que hoy se la llevaba al colegio. Lleno de satisfacción, como se la llevó después de Lisboa o Milán, después de llorar un mar entero. A pesar de tener que haber tenido que aguantar las mofas de todos los demás de su clase que escogieron el lado fácil. Como muchos otros antes que él, tras penar en Bruselas o también en Lyon . Ese niño que desde anoche tiene un brillo especial en los ojos. Ese niño de tantos que ha soñado o sueña con jugar en el Atlético de Madrid. Con levantar trofeos, cuando toque, o o con resistir con los dientes apretados y nunca solos. Porque en eso de resistir tenemos un máster, pero de los de verdad…

Esa sonrisa. Como la de otro niño que hace 17 años vio cumplido un sueño cuando debutó con su Atleti, que soportó el peso de una institución a la deriva siendo apenas un imberbe. Que lució siempre orgulloso su escudo y su camiseta por campos como El Vivero o El Plantío. Que tomó la dura decisión de irse fuera viendo que su propio crecimiento y el de la entidad eran incompatibles. Ese niño que hasta en tres ocasiones resistió a la tentación disfrazada de blanco. Aquel niño que fue creciendo y consiguió todo lo que un futbolista puede conseguir: Ligas, Champions, Mundial, Eurocopas. Ese niño que en toda celebración no dejaba de mostrar al mundo su quién era su familia de verdad. Porque como dijo una vez Iselín Santos Ovejero, el escudo ya no es por encima, el escudo ya es por dentro…
Esa sonrisa en la cara. Ese brillo en los ojos eran los de un niño que hasta ahora lo había ganado todo, pero no había ganado lo más importante. Anoche por fin lo consiguió. Enhorabuena Fernando. Y gracias. Mil gracias.
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