Si les digo la vedad, en este momento no sé por dónde empezar. ¿Cómo hablar de lo deportivo y de lo vivido en una noche como esta a la vez, cuando un pinchazo en lo deportivo habría supuesto una mancha de grandes proporciones en uno de los momentos más importantes en la historia del Club Atlético de Madrid? Lo cierto es que, tras el partido contra la Roma, nadie ha hablado fútbol ni del Málaga ni de este partido. La magnitud de estrenar nueva casa, con todo lo que conlleva, luces y sombras incluidas, no podía sino eclipsar todo lo demás. Eso lo acusó el equipo en forma de cierta ansiedad y agarrotamiento, por lo cual lo mejor es que pasara lo que pasó, independientemente del camino que nos llevara a ello. Ganamos y eso era lo importante, pero costar, costó. Muchísimo. Con algún susto que otro mediante.

Lo primero que hay que decir es que este estadio es impresionante. Precioso y con una resonancia intimidatoria. Sobrecogedora cuando ruge. Las caras de ilusión que llevábamos todos en procesión por el Metro no se vieron decepcionadas por lo que se encontraron al atravesar las puertas de la estación Estadio Metropolitano. Por fuera, una construcción magnífica. Los alrededores, obviamente, aún por urbanizar como es debido. Como cualquiera que se precie de mudarse a una casa de nueva construcción en una zona de nueva urbanización. Por dentro, lo mismo que cuando uno entra en su nueva casa con las cajas de la mudanza: es imposible desembarcar y desempaquetar todo en un día. Se trata de un proceso que lleva su tiempo. Eso exactamente es lo que he percibido en el interior del estadio. Las emociones que llevábamos empaquetadas desde el Calderón es imposible desempaquetarlas y colocarlas en una sola noche. Hacen falta tiempo, noches mágicas y victorias. Llegarán.
Se sentía mucha emoción contenida, fruto de cierta sensación de novedad y desubicación, traducida en una mezcla de momentos de éxtasis general con otros de cierto silencio incómodo en el transcurso de los 90 minutos. El gol de Griezmann tras la fantástica jugada de Correa, el mejor una vez más, puso fin a esa ansiedad de tener que empezar sí o sí con buen pie en el inicio de esta nueva etapa en la historia colchonera, culminada por un magnífico espectáculo de luces y pirotecnia que da paso a todo lo que tenga que venir a partir de ahora. Esta noche se ha ganado el primer partido, pero esperan muchas noches más. Solamente falta terminar de desempaquetar todas esas emociones para hacer de nuestro nuevo fuerte un lugar temible e inexpugnable para los demás. Solamente falta hacerlo nuestro. Y por supuesto que lo haremos.