
FOTO: AtléticoDeMadrid
Empecemos por el principio. Una vez más, el Atleti se encuentra en semifinales de una competición europea. Desde que Simeone vino a colocar a la institución en el lugar que nunca tenía que haber abandonado hace ya más de 6 años, solamente en 2015 no se alcanzó la penúltima ronda. Aquella vez nos quedamos en cuartos de final de la Champions. En el Bernabeu y en el minuto 88. Conviene partir de esta premisa y fijarla bien antes de continuar con cualquier argumentación. De memoria, se me ocurren muy pocos equipos que hayan conseguido en Europa lo que ha conseguido el Atlético de Madrid en el tramo que va desde 2011 hasta el actual 2018. De hecho, puede que esté equivocado, pero realmente en este momento se me ocurre solo uno… ¿saben cuál? Bingo, el adorable vecino.

Pues bien, teniendo muy presente el logro, sigamos con la exposición. Lo primero que hay que reconocer es que el equipo está cogido con alfileres. Tieso. Creo que a estas alturas no es una novedad. Lo visto en Lisboa fue un quiero y no puedo constante en el que se multiplicaban las vías de agua, especialmente durante el primer tiempo. Koke no daba abasto para apagar fuegos y tapar las autopistas que había por las bandas. Gabi llegaba siempre tarde y no daba ninguna salida. Vitolo estaba desaparecido y los centrales se veían constantemente superados por alto. Ante este panorama, Oblak, que no entiende de estados de ánimo, ciclos físicos, desmantelamiento de plantillas ni banalidades pensadas para los simples mortales, se dedicó a volar de un lado a otro de la portería para despejar unas veces o atajar otras todo lo que se acercaba por ahí, que no fue poco, dejando una de sus estiradas para el recuerdo tras un cabezazo del denostado Coates. Así hasta que llegó el gol, precedido también de una mano de Oblak después de un centro envenenado y tras remacharle en el suelo ante la pasividad del resto de la defensa. Ahí no paró el drama. El Atleti quería, pero no le daba para más, y uno que ya tiene ciertos años, empezaron a venirle a la memoria despropósitos como los de Sion, Vitoria de Guimaraes, Timisoara, Fiorentina, OFI Creta y otros nombres similares de infausto recuerdo.
La segunda parte devolvió cierto sosiego, pero no abandonó el drama. Esta vez en forma de lesiones. Diego Costa tenía que abandonar el campo con molestias musculares y Lucas no salió de la caseta tras el descanso después de un codazo en la cara que le dejó grogui. Después nos enteraríamos de que Thomas también tenía molestias en la espalda, lo que explicaría su suplencia en detrimento de un Gabi que actualmente está claramente por detrás del ghanés. Hoy por hoy, Thomas es el único mediocentro que aporta regularidad, físico y salida de balón. Sin el el equipo se resiente y empeora de manera exponencial.
Tampoco fue la noche de Griezmann. Al contrario de lo que es habitual en él, todas las decisiones que tomó fueron equivocadas. Tuvo la oportunidad de sentenciar la eliminatoria en dos ocasiones y evitar los agobios finales, pero no acertó a definir. Torres, en la primera actuación tras anunciar su marcha a final de temporada, lo intentó todo sin descanso. Tampoco tuvo acierto, como el resto de sus compañeros, a excepción de Oblak, por supuesto, que se encuentra en una dimensión distinta a la de los demás que linda incluso con el misticismo. Otra mano suya volvió a librarnos de otro disgusto.
Una vez solventado el pase, queda ver el interminable parte de heridas de guerra antes de afrontar un cargadísimo calendario con tres jornadas de Liga en una semana y la ida de las semifinales de Europa League a continuación. Mientras tanto, Simeone tendrá que seguir haciendo ingeniería con los alfileres que tiene para que no se le caiga ninguno.