El guion parecía escrito. De nuevo, un pesado partido ante un duro rival recién ascendido inauguraba el campeonato de la regularidad. Un duro rival con el cual el no conseguir los tres puntos parecía para los más pesimistas (¿o realistas?) algo imposible como venía siendo habitual. Más allá de la épica, del meter dos goles con uno menos en el tramo final gracias a un Correa que después de la expulsión de Griezmann parece titularísimo para Las Palmas y un Giménez que tiró más de orgullo que de fútbol, como todo el equipo, el Atleti dejó, más allá de sus valores en la remontada, una imagen errática, desganada, casi alejándonos de la realidad. Sobre todo porque a este Atleti de Simeone le hemos visto ganar y perder de mil formas distintas. Normal, son ya siete años en el cargo (y los que quedan, por suerte), pero no recuerdo un ejército al mando del Cholo tan pasivo como lo fue ayer entre el primer cuarto y la primera media hora de partido. Con un Savic que no parece ser el jugador de campo más alto del equipo ni por asomo, un Juanfran que recibió muy merecidamente un toque de atención al ser cambiado y unos Griezmann y Torres que no rascaron bola, culpa en buena parte de Koke, otro que no se enteró. El equipo está carburando, tras la paliza de la pretemporada algunos errores son comprensibles, pero lo que está claro es que siempre tienen que correr, sin eso no somos nada.

Pero por suerte, en un encuentro donde no hubo grises más que el resultado en sí y que estuvo dominado por negros, también se vieron ciertos rayos de luz. No todo iba a ser malo, que al fin y al cabo un empate fuera de casa con diez y sin tres titulares convocados no es para tirarse por un barranco. Cuando el Atleti empezó a “hacer cositas”, se vieron tres figuras que hicieron un partido en su línea. Primero, la de Oblak. Poco queda por decir del que es sin duda uno de los mejores porteros del mundo. Ante el riesgo que tomaron sus compañeros para intentar darle la vuelta al marcador, ahí estaba el muro esloveno. Nada menos que tres intervenciones sobresalientes, dos de ellas al alcance de unos pocos. En segundo lugar, Ángel Correa. El revulsivo por excelencia empieza el año como cuando llegó. Con su entrada al campo, dinamitó el partido y perforó la red de Iraizoz ante la mirada de un Bernardo que poco pudo hacer para evitar el tanto del crack argentino que parece estar de vuelta. Por último, aunque pueda parecer que no, Diego Pablo Simeone. En clave partido, ya que el once que presentó de inicio no parecía el más indicado en algunas posiciones. Para poder igualar a los de Machín, el míster colocó un dibujo idéntico al del Girona con tres centrales y dos carrileros muy largos. Y a partir de ahí, de la superioridad individual en calidad técnica, llegaron los goles. Además de esto, acertó en los cambios, no solo en quiénes entraban (Gaitán no lo hizo mal) sino en quienes salían, retirando del campo a tres jugadores muy señalados por la edad que parece que ya han dado suficiente a este club.
Pero bueno, ya estamos a domingo. Ahora, toca pensar en Las Palmas haciendo un inciso el día 24 para conocer a nuestros rivales en la fase de grupos de la Champions League. Solo queda mirar hacia delante, esto es muy largo muchachos. Partido a partido, que ahí somos jodidos.