
FOTO: AtléticoDeMadrid
Aquel grupo jóvenes vascos a los que una tarde abril de 1903 se les ocurrió reunirse en la calle de la Cruz para crear una sucursal del Athletic Club de Bilbao nunca hubiera podido imaginar lo que se traían entre manos. Si les hubieran contado que 115 años después aquello que iba a ser un equipo de amigos se iba a convertir en una forma de vida, en algo que te iba a transportar desde el cielo hasta el más profundo de los abismos y viceversa, en un acto de fe ante las circunstancias adversas y los sinsabores, nos hubieran dicho que estábamos locos. Tras 115 años, un sinfín de acontecimientos históricos, guerras, dictaduras, transiciones a la democracia, la era de Internet y numerosos cambios sociales, aquel Athletic Club de Madrid, transformado después en Club Atlético Aviación y por último en Club Atlético de Madrid sigue siendo lo que vimos anoche al norte de Londres, por más que muchos sigan empeñados en destruir su esencia. No lo van a conseguir, porque su esencia es indestructible. El alma de lo que llaman Atlético de Madrid es sobrevivir a Babacanes, Gurucetas, Álvarez Marguendas, Kuipers, Clattenburgs o Turpines. A expulsiones en Glasgow, Barcelona o Londres. A descensos a Segunda, a caerte tres veces del alambre de la Copa de Europa cuando ya estabas a punto de cruzarlo y a levantarte una vez, y otra, y otra…

El Atlético de Madrid es esto. Es un tipo que lo defiende con el alma. Que lo saca del ensimismamiento que vivía durante años para ponerlo en la cumbre. De otro, que en medio de la oscuridad de Segunda, se echa todo su peso sobre su espalda para sacarlo del pozo. De 16, 18 ó 20 tíos que son algo más que un equipo. Son una familia. Con sus luces y sus sombras, como todas, pero una familia en la que cada uno de sus miembros daría la vida por el otro. Eso es el Atlético de Madrid. Estar a punto de morir y, de repente, bajar un pelotazo del cielo de Londres y seguir insistiendo hasta que, medio cayendo y sin resuello, consigues que la pelotita entre. Hoy ha sido Griezmann, como ya lo fue otras veces. Como también lo fueron Forlán, Falcao, Ayala o Luis… Como lo es Oblak, un gigante cuando juntas tres palos y una red. Como lo son Godín, Giménez, Lucas, Thomas, Koke, Saúl, Juanfran, Filipe, Correa, Gabi, Costa. Como sigue siéndolo Fernando, 18 años después… Todos ellos son el Atlético de Madrid. El que fundaron Enrique Allende, Eduardo de Acha y Juan Zavala, entre otros. A ese grupo de estudiantes vascos no les estaremos nunca lo suficientemente agradecidos por habernos regalado la posibilidad de ser tan inmensamente felices haciendo de la supervivencia en las peores condiciones posibles nuestra más profunda seña de identidad. Gracias por ello. Por habernos regalado al Atlético de Madrid.