
Foto: Atlético de Madrid
Aún con la maravillosa resaca del miércoles en el cuerpo, recibíamos la visita de un rival que tradicionalmente se nos ha dado entre muy mal y peor. Da igual si hablamos como local o visitante, lo cierto es que el Villarreal es uno de esos equipos que, como el Levante o el Girona más recientemente, se han convertido en especialistas en hacernos la vida un poco más difícil.
El Cholo decidía dar descanso a Godín, uno de los héroes contra la Juventus, y a Thomas, buscando más verticalidad con Lemar y devolviendo la titularidad a un Morata que a la tercera consiguió que no le anularan un gol legal, que lo hizo todo bien y que se marchó ovacionado al filo de la hora de juego. No creo que a estas alturas quede nadie que dude de él. Comprometido como el que más y adaptado a los movimientos de ataque y defensa en tiempo record, lo único que le falta después de haber marcado es que le piten un penalti. Ayer sufrió el tercero en forma de manotazo tan absurdo como claro cuando se internaba en velocidad en el área, pero una vez más nadie quiso saber nada. Ni los del césped ni los del plasma quisieron ver el tercer penalti sufrido en cuatro partidos, en aplicación de la última milonga que se han inventado para justificar lo injustificable: la interpretación. Para qué vamos ha organizar un videoarbitraje a la altura del que se organizó en el Mundial o a la altura del que se organiza en otros países, pudiendo hacerlo al estilo Mortadelo y Filemón, 13 Rue del Percebe o Torrente directamente. ¿Qué es eso de que un árbitro corrija a otro que, a su vez, puede corregirle en otro momento? ¿Estamos tontos? Pues para eso nos inventamos el cuento de la interpretación y nos quedamos tan anchos, no sea que alguien nos llame por teléfono pidiendo explicaciones. El arte de cambiarlo todo para que nada cambie. No cuela. Seguirán haciendo del arbitraje su chiringuito particular y los voceros nos seguirán intentando convencer de lo difícil que es ser árbitro. Nadie lo duda, pero cuando tienes los medios para hacerlo más fácil y los obvias la imprudencia pasa a ser dolo intencionado, como quedó patente horas después en el partido que nuestros adorables vecinos jugaron en Valencia ante el Levante.
En la segunda parte, el equipo notó el esfuerzo del partido de Champions y le costó. Los cambios de Costa y Thomas dieron mucho oxígeno, pero el Villarreal apretaba. El de Lagarto pudo marcar en dos ocasiones, pero aún se le nota falto de ritmo y el ghanés apuntaló un centro del campo que cada vez se iba echando más atrás. Finalmente, y al contrario de los últimos partidos, el equipo cerró bien los espacios cuando más apretaba el rival, hasta que una contra lanzada magistralmente por Diego Costa y culminada aún mejor por Saúl en una vaselina inalcanzable para Asenjo y Víctor Ruiz para completar la faena de aliño y afianzar al Atleti en su posición de privilegio y al acecho del Barça, que visita a los reyes del VAR en la próxima jornada. Veremos si continúa el ridículo a los ojos del mundo entero.