Decía Klopp, entrenador del Liverpool, al terminar el partido que el Atleti solamente quería ganar el trofeo. Ellos además habían intentado jugar al fútbol, pero el Atleti únicamente quería ganar el trofeo… El día anterior Sarri, entrenador del Nápoles arremetió contra Godín. Sí, parece que, al menos en pretemporada, Simeone ha puesto a los suyos en modo mosca cojonera. Tiene que ser desesperante luchar contra unos tipos que permanentemente viven la vida con un cuchillo entre los dientes, incluso en agosto. Contra unos tipos que se manejan a la perfección el arte de la ayuda al compañero. Tiene que ser terriblemente frustrante pensar que tienes el control del balón, pero que eso no te sirve de nada porque esos tipos manejan el control del juego y están esperando la más mínima oportunidad o el más mínimo despiste para clavarte su aguijón impunemente. Tiene que ser irritante tener la sensación de que en cualquier momento puedes traspasar esa tela de araña y al final darte cuenta de que en realidad esos tipos lo que pretenden es que creas que puedes hacerlo. Sin embargo, no puedes porque te encuentras mil trampas por el camino. Eso es el Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone. Un constante dolor de muelas, una pesadilla recurrente, una gota de agua golpeando en el silencio de la noche. Y otra, y otra, y otra más… Podrá gustar más o menos, pero lo cierto es que cuando este equipo no gana está muy cerca de hacerlo.

Esta Audi Cup ha sido una vuelta a la versión primigenia del Atleti como equipo molesto, exasperante incluso. Compartiendo cartel con escuadras del prestigio y nivel del Nápoles, Liverpool y Bayern, ha sido el equipo que mejor ha competido de largo, aún sin hacer un juego vistoso. Da igual. Ni lo necesita ni lo busca. Este equipo es una máquina de competir en todo momento y en cualquier circunstancia. Con el equipo A y con el equipo B.
Todo esto es un resumen de lo que se ha visto contra el Liverpool también. El equipo inglés ha tenido la posesión y ha intentado por activa y por pasiva superar el muro rojiblanco (esta vez amarillo) sin suerte. Con un Thomas imperial también en este partido, los de Anfield no encontraron claras vías de agua por las que atacar, salvo un par de remates de Solanke y Woodburn, y cuando conseguían meter algún balón al área, allí estaban Lucas y Giménez. En estas, un balón de Augusto a la espalda de la defensa red buscando la subida de Vrsaljko y centrado de primeras por éste al corazón del área fue rematado por Correa al larguero, cazando Keidi Bare el rechace para hacer el 0-1. El aguijón ya estaba clavado. El resto del primer tiempo pasó sin pena ni gloria, comenzando el segundo con un carrusel de cambios del Liverpool que buscó el empate con insistencia y sin claro peligro hasta que Felix Brych decidió convertirse en el alma de la fiesta al regalarles un penalti tras un salto de trampolín con tirabuzón de Origi en el área. 1-1 y la final abocada a los penalties que tantos sinsabores nos habían causado últimamente. Subrayen lo de habían porque esta vez se marcaron los cinco de la tanda. Moyá pararía uno y el Atleti levantó la Audi Cup bajo el cielo de Münich, enseñando su colmillo retorcido a todos, incluyendo al público bávaro, claramente a favor del Liverpool durante todo el encuentro. También a ellos los desesperó Simeone. Y no solamente ayer…