
FOTO: AtléticoDeMadrid
Estaba fea y desapacible la noche. Salida de un relato de novela negra escandinava, uno parecía estar ante uno de los paisajes de la vecina región de Escania, al otro lado del Puente de Oresund en la vecina Suecia, descritos por Henning Mankell, en medio de un viento gélido y una ventisca que hacía complicado mantener los ojos bien abiertos. Podría pasar el Atleti perfectamente por Kurt Wallander, protagonista principal de las obras de este escritor sueco. Inspector jefe de la policía de Ystad, Wallander, encarna la antítesis del policía brillante, seguro de sí mismo, reconocido en su trabajo y al que todo en la vida le sonríe. Bien al contrario, es un hombre melancólico, algo dado al sobrepeso, separado y con un gran complejo de culpa por no poder dedicar más tiempo a su hija y a su padre enfermo. A pesar de ello, posee una extraordinaria perspicacia e intuición para resolver cualquier crimen, por enrevesado y difícil que pudiera parecer, más allá de sofisticados métodos científicos. Además es insistente y constante hasta la saciedad. En resumen, un antihéroe. Como el Atleti, que no tiene los jugadores más brillantes de la galaxia, que aburre a muchos y que tiene sus demonios internos, pero que, a pesar de todo ello, sabe vivir con ellos y siempre muestra su condición más humana.

Lo demostró al inicio del partido, en el que arrancó como un vendaval, mordiendo en la presión y tocando a una velocidad endiablada. A los 10 minutos ya se habían desaprovechado hasta cuatro ocasiones clarísimas para finiquitar no solamente el partido, sino también la eliminatoria. No obstante, la primera vez que los daneses llegaron a línea de fondo, se montó una empanada defensiva descomunal que acabó con el 1-0 en el minuto 15. Fue un espejismo. Un accidente inoportuno que no alteró en ningún momento el ritmo vertiginoso que los de Simeone habían imprimido desde el pitido inicial. Tanto es así que, unos minutos después, Saúl, el hombre de las citas europeas, puso el 1-1 en el marcador, cabeceando un magnífico centro de un estelar Griezmann al que el propio Saúl y Giménez llegaron completamente libres de marca. No quedaría ahí la cosa antes del descanso. Una fantástica jugada colectiva al primer toque impropia de un equipo que únicamente sabe jugar a defender y que supone un auténtico tostón para los que saben de esto, fue rematada por Gameiro para terminar de solucionar el sustillo inicial.
La segunda parte fue más de lo mismo. Presión asfixiante que provocaba constantes errores del rival en la salida del balón que acabaron en dos goles más de Griezmann (siempre Griezmann) y Vitolo y que solucionan la eliminatoria sin necesidad de tener que pasar estrecheces en el Metropolitano dentro de una semana. Todo ello en medio de la ventisca, cerquita de Escania, patria de Kurt Wallander, que de existir, sin duda alguna sería del Atleti y anoche habría cruzado el puente de Oresund para verlo.