
Foto: Atlético de Madrid
OPINIÓN. Álvaro Morata ya es historia en el Atlético de Madrid. Nadie podía imaginar que el hombre que llegó renegando de su pasado podría acabar incumpliendo su palabra en el futuro. Él, tan madridista primero, tan atlético después, se marcha del Metropolitano de la misma manera que aterrizó: sin pena ni gloria. En la retina queda algún gol memorable, otros tantos fallos exasperantes y el recuerdo de un delantero tan mediocre como sobrevalorado. Solo la decadencia imparable de Diego Costa ha provocado que cierto sector de la grada apostara por su continuidad. En tiempos de pobreza, cualquier migaja es caviar. Y hace tiempo que, en el Atleti, el gol se ha convertido en un bien escaso.
«Morata, tan madridista primero, tan atlético después, se marcha del Metropolitano de la misma manera que aterrizó: sin pena ni gloria»
Morata no ha revertido esa tendencia. Su carrera tampoco invitaba a pensar en ello. Sus números de rojiblanco han seguido la trayectoria habitual del delantero. No en vano, su última campaña ha sido la segunda mejor de su vida deportiva: 16 goles en 44 partidos, a cuatro de los 20 que anotó en el Real Madrid durante la temporada 2016/2017. Sin duda, unos registros bastante pobres para un futbolista que puede llegar a mover 245 millones en traspasos si, el año que viene, la Juventus ejerce su opción de compra sobre él.
Pese a ello, el ariete con mayor ratio de ocasiones falladas y que más veces ha caído en fuera de juego de la pasada Liga se va del club siendo el máximo realizador de la última temporada. Para una hinchada que ha conocido a algunos de los mejores puntas de este siglo, no es suficiente. Menos aún, cuando en el horizonte asoma un tal Luis Suárez.
Pero la ruptura de Morata con el Atlético de Madrid va más allá del terreno de juego. Quizás resulte aventurado hablar de separación donde nunca hubo unión. Y es que la relación entre el madrileño y el club rojiblanco nunca fue algo más que un matrimonio de conveniencia orquestado por Simeone. El ‘Cholo’ buscaba un parche con el que sobrevivir. Morata, un equipo donde poder resurgir. Las necesidades de ambos los juntaron de forma inevitable, pero el feeling nunca estuvo ahí. Donde siempre existió un odio profundo no podía germinar un amor fraternal.
«Quizás resulte aventurado hablar de separación donde nunca hubo unión. Y es que la relación entre Morata y el Atleti nunca fue algo más que un matrimonio de conveniencia orquestado por Simeone»
Por el camino, el ‘9’ y su entorno intentaron guardar las apariencias: relatos de un sentimiento artificial, abundantes dosis de un tribunerismo pedante y gestos de perdón para la galería. Palabras vacías. Imposible creer la historia de un niño que se acostó siendo más madridista que Bernabéu y se despertó siendo más colchonero que Calderón. Imposible viniendo de un tipo que se mofó del club en su día más duro desde el descenso. Hay humillaciones que no se pueden olvidar. Hubiese sido demasiado pedirle a toda esa hinchada que amaran al que un día les insultó en la cara. Bastante fue que hasta los más ortodoxos firmaran una tregua. Por el equipo, por el ‘Cholo’, por el Atleti. Por nadie más.
Año y medio más tarde, la afición colchonera respira aliviada. Por fortuna, no tendrá que soportar la ignominia de ver la placa de Morata en el lugar donde se ausentan las de Leivinha, Radamel Falcao, David Villa, Panadero Díaz o el Pechuga San Román. Al bueno de Álvaro le espera en Turín un nuevo sueño que cumplir. Atrás quedan el de triunfar en el Madrid, ser el ‘9’ del Chelsea o poder retirarse en el Atleti. Los más malintencionados dicen que es Simeone el que se lo ha impedido. Igual que Ancelotti, igual que Allegri, igual que Zidane, igual que Sarri. Quién sabe si tantas experiencias oníricas han hecho que Morata pierda la noción de la realidad. Sea como fuere, lo único cierto es que esa realidad ya no pasa por el Metropolitano. Buen viaje, Álvaro. Tanta paz lleves como descanso dejas.