No recuerdo un fenómeno parecido al de Torres con el Atleti en el mundo del fútbol. Es difícil adivinar que factor fue decisivo para que se haya convertido en la referencia de varias generaciones de colchoneros habiendo ganado sólo un título y en su última temporada con el equipo. Habiendo estado fuera siete años, haberse vuelto a ir (para disfrutar de casi un año más de fútbol) y seguir siendo admirado y querido a partes iguales.
Se retira una persona capaz de aglutinar el mayor éxito deportivo y a la vez de ser tan humilde para dedicárselo al equipo que le dio la oportunidad de competir al más alto nivel. De llenar un campo con su presentación y de admitir ser suplente, trabajando para volver al once inicial. A cualquier contratiempo buena cara y doble de trabajo. Un oasis en medio de un mundo futbolístico que cada vez respeta menos a los colores, a los aficionados, al fútbol mismo. Un misterio que sólo se explica desde la sencillez y la naturalidad de Torres. Su honestidad y elegancia siempre han ido más allá de quienes le han querido utilizar como arma arrojadiza o como diana de burlas.
Personalmente como alguien que vio su primer partido con el Atleti contra el Leganés, que le vio marcar su primer gol en el Carlos Belmonte, que ha seguido su trayectoria y se ha alegrado con sus victorias y entristecido con sus derrotas, siento que a partir de hoy en el deporte me falta algo. Él ha sido como ese amigo que no sueles ver pero que cuando te juntas es como si no hubiera pasado el tiempo entre vosotros. Esta vez no volveré a ver a Fernando sobre el césped y ya lo estoy echando de menos.
Lo que queda en el horizonte es el deseo de que el día de mañana vuelva al club, para quedarse en las altas esferas y dirigirlo como se merece. Y quizás cumplir lo que parece destinado por todos nosotros, y ver como alguien que es de los nuestros por fin estaría dirigiendo el club.
Hasta que llegue ese momento sólo nos queda añorarte y darte las gracias por todos estos años. Esto no es una retirada es un hasta pronto.