
Foto: Atlético De Madrid
OPINIÓN. Decía Paulo Coelho en El Alquimista que allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. Quizás nuestros latidos, los de usted y los míos, se encuentren cada vez más dentro de esos pequeños cajones que guardan su colección de camisetas del Atlético de Madrid. Porque, créame, lo que permanece ahí dentro alcanzará en el futuro un valor incalculable. Desde la arbitraria imposición del logo por parte de la directiva del Atlético de Madrid y sus secuaces (entre los que destaca la figura de Rafa Alique), tanto Nike como el club rojiblanco se han propuesto hacer del esperpento una rutina. La última equipación lanzada por la marca estadounidense no ha hecho más que confirmar la horripilante deriva que han tomado sus últimos diseños. Su diseño roza lo absurdo. Primero, porque combina en la tercera equipación el mismo color que en la segunda. Segundo, porque pretende homenajear a la ciudad de Madrid mientras deforma por completo en el escudo el emblema de la osa y el madroño, así como su orientación.
Pese a todo, por paradójico que parezca, Nike ha encontrado un filón en el Atlético de Madrid. El impopular cambio de escudo ha supuesto un espaldarazo definitivo a sus intenciones. Ni los arañazos, ni la distorsión de las rayas, ni las innovaciones más extravagantes han supuesto un dramático descenso en las ventas. Ya se sabe. No hay mejor lugar para experimentar que el cuadro colchonero. Aquí de poco importa el diseño de las camisetas. La gente va a seguir comprándolas, porque los buenos clientes tragan con todo lo que les pongan. Cosas del crecimiento y de la evolución.
Nike ha encontrado un filón en el Atlético de Madrid. Aquí de poco importa el diseño de las camisetas. La gente va a seguir comprándolas, porque los buenos clientes tragan con todo lo que les pongan.
Lejos quedan los años en los que la presión de futbolistas y aficionados obligaban a Nike a rectificar el diseño de su primera equipación. ¿Recuerdan cuando Fernando Torres salió en 2006 a criticar la camiseta mitad roja mitad blanca que los norteamericanos habían elaborado para aquella campaña? El fuenlabreño, por enésima vez, ejerció de capitán y portavoz del sentir rojiblanco: “Siempre he visto al Atlético con rayas y a mí no me gusta la equipación. Habría que escuchar a la afición porque el club es de los socios”. Aforismo de presidente.

Sin embargo, aquellas demoledoras palabras se las llevó el viento. Palabras, las de Miguel Ángel Gil hace un año diciendo que se había eliminado del escudo los colores que no eran representativos de la identidad del club. Entre ellos estaba el amarillo. Hoy decora el logo de la tercera equipación. Palabras, las de Radomir Antić insinuando que Jesús Gil les obligó a descender a Segunda División. Esas no solo se olvidaron; directamente, desaparecieron. Como si nunca nadie las hubiera leído. Como si el serbio jamás las hubiera pronunciado. Porque fueron Rubí y el Gobierno quienes bajaron al Atlético de Madrid, igual que 2+2=5. Y los que digan lo contrario son herejes que quieren desestabilizar a la institución. Así se las gasta el Ministerio de la Verdad del ‘Gilismo’. Ni Orwell en 1984 lo hubiera hecho mejor.
Las palabras de Radomir Antić insinuando que Jesús Gil les obligó a descender a Segunda División no solo se olvidaron; directamente, desaparecieron. Porque fueron Rubí y el Gobierno quienes bajaron al Atlético de Madrid. Ni Orwell en 1984 lo hubiera hecho mejor.
Sin palabras precisamente se quedaron los perfiles oficiales del Atleti en las redes sociales por la ausencia de Antoine Griezmann entre los tres nominados al premio ‘The Best’. No me malinterpreten. Hubiese aplaudido que, muy de vez en cuando, el club abandonara su insulsa línea de lo políticamente correcto y se dignara a defender a los suyos, aunque ello implicara mancharse en el barro. Y digo hubiese porque, justo ese mismo día, el Atlético de Madrid publicaba en su página web una ridícula entrevista (muy del estilo a las que hace Gil Marín para criticar a Señales de Humo) en la que forzaba a ‘Tachi’ a mostrar públicamente su arrepentimiento por el intento de mordisco al madridista Vinicius. De poco sirve defender a una de tus estrellas si dejas al capitán de tu filial en evidencia. Pero de menos sirve intentar hacerte valer mientras cedes a las presiones de la prensa nacional-madridista.
No seré yo el que justifique un intento de mordisco a un rival. Que ‘Tachi’ se equivocó es incontestable. Partiendo de esa base, el Atlético de Madrid jamás debió permitir el brutal acoso mediático al que se vio sometido su canterano, como jamás debió tolerar, sumiso, las lecciones de moral que pretendían difundir desde Concha Espina. Allí, donde han visto al idolatrado Juanito pisar la cabeza de Matthäus y escupir a Stielike, donde han homenajeado a los hombres que retiraron a Kipiani, Juninho, César Jiménez y Agirretxe, donde han jaleado al mismo Pepe que molió a patadas a Casquero en el suelo, donde han coreado el nombre de Isco tras una patada por detrás a Gabi y donde han obviado las agresiones del jugador más expulsado de la historia de Liga (Sergio Ramos), afirman sin reparos que los jugadores de la cantera rojiblanca obedecen a una forma de jugar violenta dictada por el mismísimo Simeone. El club, en lugar de responder a estas acusaciones, optó por callar. Igual que en Milán. Igual que en cada una de las tropelías. Hay silencios que hablan por sí solos. Y esos sí que dejan sin palabras.