
El 31 de agosto de 2012, en Mónaco, se disputaba la 37ª edición de la Supercopa de Europa. Un Atlético de Madrid comandado por Simeone, se medía al vigente campeón de la Champions, el Chelsea. Los blues tenían un tinte rojiblanco, un trocito del Atleti. En las filas del conjunto británico militaba Fernando Torres, mito y leyenda del cuadro colchonero.
LOS ZARPAZOS DEL TIGRE
El hombre de moda en la ribera del Manzanares volvió a deslumbrar en Europa. En tan sólo 45 minutos sentenció el encuentro. No fueron ni uno, ni dos, sino tres goles de muy bella factura. Tres goles difíciles del olvidar. El primero de ellos fue un magnífico pase en profundidad de Adrián López, que el colombiano supo aprovechar ejecutando una vaselina perfecta. En el minuto 19, recibía un balón en la esquina derecha del área, y tras amagar, se sacó de la manga una rosca inalcanzable para Cech. Ya en el tiempo de descuento, el delantero rojiblanco haría el tercero. Contraataque, tras despeje de Falcao en el córner, conducido por Arda. Al llegar al área, vio a Radamel llegando sólo por la banda izquierda. El colombiano le ganó la partida al guardameta checo en el mano a mano y el Atlético ya era un poco más campeón.
Cualquier aficionado al fútbol sabe de sobra que en este deporte puede pasar de todo. Por lo tanto no había relajación ninguna, ni podían conformarse con marcar tres goles. El equipo que estaba en frente era el campeón de la Liga de Campeones. Por ello, el cuadro rojiblanco fue a por el cuarto. A media hora para el final, Koke se dispuso a lanzar una falta. Había cinco jugadores colchoneros preparados para rematar el centro del vallecano. Uno de ellos era Mirada. Tras un mal control de Falcao, la pelota se quedó en las botas del brasileño. Joao picó ligeramente el balón, superando al checo y al defensa Cahill. A cuarto de hora para el final llegó el gol del honor para los londinenses. Tras un saque de esquina botado por Terry, el defensa australiano enviaría al fondo de la red el esférico que había quedado muerto en el área.
LA CELEBRACIÓN Y EL NIÑO
Una vez acabado el partido, los jugadores celebraron el título con la afición. Pero antes de ello, saludaron a los rivales, especialmente a uno. Un jugador que quizá no era tan rival como los demás. Ese jugador era Fernando Torres. Seguramente algo de alegría sintió por ver a su equipo favorito ganar. El Niño se había quedado a las puertas de un nuevo título en su carrera deportiva, uno de los muchos que tiene. Pese a ello el de Fuenlabrada supo esperar, supo sufrir con algo que le hizo sonreír. El resto, ya es historia. Se alzó campeón de su segunda Eurocopa, se curtió entre desprecios para regresar y marcharse. Marcharse siendo diferente. Marcharse siendo campeón con el equipo de su vida, con el Atlético de Madrid.
Con esta victoria, Simeone amplió su legado y su palmarés haciéndose un hueco entre los mejores entrenadores del mundo. Era imposible que un equipo con un presupuesto inferior ganara de esta manera al conjunto de Abramovich. El Atlético de Madrid empezaba a ser temido en Europa, y ahora quiere volver a serlo. Los del Cholo están en una nueva final, ante el Real Madrid. El objetivo de la temporada, partido a partido, está claro. La final de la Champions, la cual se disputará en el Metropolitano, es un claro objetivo pero todo comienza en Tallín. Este miércoles el Atlético buscará repetir aquel 31 de agosto de 2012.