El Vicente Calderón ha dicho adiós a 50 años de historia, adiós a 50 años de una historia inolvidable. La tarde en Madrid era gris, como el día, un viejo amigo se nos marchaba, pero quería hacerlo a lo grande, como el era, grande como pocos. El templo se despedía del paseo de los Melancólicos, de Pirámides, de sus bares, de sus cervezas, de sus charlas, de sus risas, de sus cánticos… en el fondo, se despedía un amigo.

La tarde, sin nada en juego, iba a ser una fiesta. La gente y el equipo lo sabía, y así lo mostró en el juego. Pero el fútbol quedó en un segundo plano. Muchas leyendas, además de los sancionados y lesionados, estaban presentes en el palco, un palco que vivió en primera plana el último adiós de la afición, una afición que demostró una vez más el amor y sentimiento por estos colores con un tifo que rezaba esa letra de Sabina, la del centenario: «Paseo de los Melancólicos, Manzanares, ¡CUÁNTO TE QUIERO!». El último tifo mostraba el sentimiento, el amor, el creer que se puede, en resumen… el sentir de un atlético de cuna, de esos que abunda en el Vicente Calderón, ese lugar donde los suyos se hacen realidad.
Tras 90 minutos de ensueño, 90 minutos de homenajes en los que Margarita la del ramo de Pantic acabó llorando, muchos jugadores y ex-jugadores fueron ovacionados y los del tercer anfiteatro también, y es que en el Atleti sabemos de donde venimos para saber a donde vamos. Con el pitido final, el primer homenajeado fue Tiago. El portugués decía adiós tras siete temporadas en el club rojiblanco y lo hacía después de portar el brazalete, un brazalete complicado, pero un brazalete histórico. El portugués fue ovacionado tanto por la afición como por sus compañeros, que lo mantearon y enfundaron en un abrazo bajo las lágrimas del jugador que llegó entre lágrimas, tras la derrota en el Camp Nou frente al Sevilla en Copa, y que se marcha después de crecer a lo grande y hacer historia. Todo ello, a base de un trabajo y constancia que han hecho llegar al Atleti a lo más alto.
Tras esto, ex atléticos saltaron al terreno de juego con todos los trofeos ganados en la ribera del Manzanares, reviviendo una historia que no se podrá olvidar, nuestra historia. Adelardo, Gárate, la samba formada por Leivinha y Pereira, Ovejero, Abel, Futre, Antonio López, Perea, Filipe Luis, Gabi, Torres, y un sin fin de jugadores que saltaron junto a unos trofeos que han hecho grandes al Atlético. Un precioso homenaje donde Griezmann, uno de los jugadores del momento, mandó un nuevo mensaje después de saltar con la SuperCopa conquistada frente al Madrid. El francés saltó acompañado por Moyá, Oblak y Saúl. Y es que, tras dejar el trofeo la afición comenzó a cantar el ya conocido «Quien no salte madridista es», que fue coreado por todo el estadio y que provocó los saltos de forma constante junto al centro del campo del ariete galo, demostrando, al igual que Simeone, que no saldrán de la entidad. Un Simeone que dejó unos nuevos mensajes muy directos, como los que el siempre manda. Tuvo que parar hasta en dos momentos, y es que removió los corazones de los suyos, de sus aficionados, que coreaban al unísono el nombre de su Mesías, el nombre de un apreciado Cholo.
El Calderón se va, pero el recuerdo permanecerá en la retina de todos y cada uno de los que pisaron un estadio que es más que eso, es un amigo. Se van los paseos por Pirámides, las cervezas en el Paseo de los Melancólicos, en el fondo… se nos va un viejo amigo, pero se va a lo grande, como se merece. Un adiós que no parecía llegar, pero que finalmente, llegó. Adiós a una leyenda, adiós a una vida.