18 abril, 2024

Contracrónica: «Regateando al porvenir»

Ese remate de Luis Suárez que acabaría encontrando la red y nos fundiría en un grito y un abrazo interminables a todos los que somos adictos a esta droga llamada Atlético de Madrid era nuestro particular regate al porvenir. Falta completar la letra de la canción: y ganar y ganar y ganar. Y ganar y volver a ganar… partido a partido.

Atlético Osasuna

En el tiempo de descuento, regateando al porvenir… No fue en el tiempo de descuento por muy poco, pero este fragmento de la canción de Leiva y Sabina resume a la perfección los últimos 15 minutos de un partido que se pudo haber ganado sobradamente antes, pero que a punto estuvo de enterrar casi de manera definitiva las opciones de ganar el título de Liga de la manera más dolorosa posible.




Esos 15 minutos arrancaron con el gol del Madrid en San Mamés, siguieron con un penalti no señalado sobre Suárez que acabó en la jugada que daría lugar al único remate a puerta del Osasuna y que acabaría traspasando la línea de gol, a pesar del imposible intento de Oblak por sacar el misil que se colaba irremediablemente en la portería. Otra vez las peores pesadillas se hacían realidad. Otra vez los fantasmas que tantas veces nos han atormentado. Otra vez la crueldad de escenarios como Heysel, Lisboa o Milán. La Liga de Álvarez Margüenda. La Copa del Rey de Ramos Marcos. Ese innumerable goteo de escenarios y situaciones sacadas de las peores obras de terror que se nos puedan venir a la mente. Otra vez todo perdido tan cerca del final…

Pero no… no todo estaba perdido esta vez. Osasuna no iba a engrosar la lista de fantasmas porque un puñado de tipos, que hasta ese momento no habían merecido la suerte que tenían, se empeñaron en hacer un posible más: regatear al porvenir. Ese porvenir que siempre sonríe al de siempre y se vuelve negro para el mismo. Ese porvenir amargo, chulesco y prepotente. Ese porvenir y ese destino que parecen no dar tregua, y si la dan es cada una vez cada década. Un puñado de tipos, destinados a morir asfixiados en su Termópilas particular. Al menos hasta dentro de 6 días, esa suerte de Leónidas, junto con sus soldados, habían decidido que, aunque a morir, los míos mueren, ese no iba a ser el día.

Así, cuando ya resonaba el tumulto por las decisiones de Simeone en los cambios, cuando ya se afilaban los cuchillos interesados, esos dos tipos que habían entrado por Correa y Llorente, se asociaron para empatar el partido, antes de que otra asociación de Trippier y Carrasco por la otra banda, acabara en un centro raso imposible entre un enjambre de piernas enemigas que acabaría encontrando al que buscaba. Ese matador del área despreciado y denostado, tanto por su antiguo club como por aquellos afiladores de cuchillos a los que me refería antes. Esa clase de tipos inconformistas que nunca baja los brazos, por más que la vida no les sonría. Ese remate de Luis Suárez que acabaría encontrando la red y nos fundiría en un grito y un abrazo interminables a todos los que somos adictos a esta droga llamada Atlético de Madrid era nuestro particular regate al porvenir. Falta completar la letra de la canción: y ganar y ganar y ganar. Y ganar y volver a ganar… partido a partido.

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