Hace ya unas semanas que me lleva rondando un sentimiento de inquietud al cual no había querido hacer caso. Lamentablemente esa sensación hoy ya sí se ha hecho latente.

Foto: atleticodemadrid.com
Foto: atleticodemadrid.com

Después de veintinueve años de socio/abonado he vivido diferentes épocas del Atleti, unas mejores (doblete, Copas, luchas por la Liga), otras peores (la interminable travesía del desierto de diez años desde el desierto hasta la primera Europa) League) y la de estos últimos cinco años, que ha sido excelsa, la mejor de nuestra historia (una Liga, 2 finales de Champions), en la que más allá de los títulos y las hazañas conquistadas, se ha competido siempre. Cada minuto. Cada entrenamiento. Cada partido…

Cuando uno ha estado rozando el cielo durante estos últimos cinco años, gracias a aquel que cogió a una banda y la transformó en un EQUIPO, es inevitable sentir miedo. Miedo a volver a la nada, a volver al desierto, al páramo de emociones, a la pléyade de fichajes de clase mundial en agosto que se convierten en tomaduras de pelo en octubre. Miedo a no sentir otra vez ese cosquilleo previo a las grandes gestas en España y en Europa… Miedo al vacío…

No quiero ser catastrófico. De verdad que no. Siempre creeré en esta plantilla que nos ha dado tantas satisfacciones, y no digamos ya del entrenador, pero de un tiempo a esta parte falta determinación, carácter, concentración, solidaridad y acierto de cara a gol. No sé por qué. Hoy, a todo lo anterior, hay que añadir una dosis de histerismo, que no ha sido más que el reflejo de todo lo que se ha vivido este fin de semana con el nombre del nuevo estadio y el nuevo escudo. Porque si algo tengo claro después de estos veintinueve años de socio, es que únicamente cuando todos hemos estado unidos como si fuéramos uno solo es cuando se han conseguido los mejores logros.

No sé si en Milán se rompió algo dentro de todos nosotros que ya nadie es capaz de arreglar. Hoy he sufrido una regresión a ese vacío vivido. Confiemos en que no, pero a mí el miedo, después de lo de hoy, ya no me lo quita nadie. Será que después de probar el caviar, no quiero volver a las huevas de lumpo.

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