19 abril, 2024

Después de un sinfín de obstáculos, dudas y dificultades desde que empezara la temporada, allá por un lejanísimo mes de agosto, superando distintas montañas rusas en cuanto a estados de ánimo, campos de minas por parte de aquellos interesados en ver caer a Simeone y en medio de una pandemia de proporciones bíblicas, el Atleti vuelve a certificar su octava clasificación consecutiva para la Champions League con dos jornadas de antelación. Algo que parecía mucho más complicado en marzo, justo cuando se paró el mundo.

Durante todos estos meses no han faltado verdugos en el pelotón de fusilamiento particular de los que querían ver al Atleti fuera de los cuatro primeros. Empezando por los medios afines, siguiendo por las discutibles decisiones arbitrales, incluso VAR mediante, y acabando por aquellos directivos federativos que mandaban listas a la UEFA con otros participantes propuestos para la próxima Champions, todos han visto como la simbiosis de este equipo con una plantilla totalmente renovada en su columna vertebral sigue intacta. Distintos nombres, pero los mismos hombres. Esos que han grabado a fuego una palabra en su cabeza: resistir. Resistir frente a los malos momentos. Resistir ante las distintas adversidades que surgían por el camino. Y sobre todo, resistir cuando nadie daba un duro por ellos, como pasó en Anfield ante un campeón de Europa desatado que terminó besando la lona después de repartir todo tipo de golpes ante un rival que se supo tapar y esperar su momento. Porque Anfield marcó el antes y el después de transformar la palabra resistir en la palabra creer, tan importante en la filosofía cholista.

A partir de la mágica noche de Anfield, tres meses por delante parados, pero aumentando el convencimiento sobre lo que se había conseguido y lo que se podía conseguir. Para empezar, terminar por asegurar como mínimo el cuarto puesto. Algo terminado por conseguir en un partido ante el Betis que resume a la perfección la temporada hasta ahora. Un buen inicio, dos goles anulados por el VAR, uno de ellos por un fuera de juego en virtud de un línea mal trazada desde el videoarbitraje, una expulsión que no era tal y finalmente un gol de Costa revisado de arriba a abajo hasta el punto de comprobar su certificado de antecedentes penales y si su coche había pasado la ITV. Solo faltó el arco de detección de metales. Visto que no había más remedio que conceder el gol, el VAR dio su visto bueno al 1-0. A regañadientes, pero 1-0. Cuando más superado se estaba viendo por el Betis en un mal partido de los rojiblancos a partir del minuto 40. Una jugada a balón parado le daba a los locales los 3 puntos que necesitaba. Una vez más resistir en el peor momento, cuando el rival parecía más cerca de la victoria, tenía su premio. A pesar de todo y de todos.

Y ahora a intentar quedar terceros. Y una vez termine esta interminable Liga a pensar en lo que viene después, que es tan bonito que es inevitable soñar… y creer. Siempre creer…

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