25 abril, 2024

Contracrónica: «Lealtad y esencia»

Lealtad, esencia y 2-0 en la ida de los octavos de Champions ante al todopoderosa Juventus de Turín.

Después de 7 años, parece mentira que aún le sigan tomando a chufla. Que algunos le llamen vendehumos. Que no le tomen en serio. 7 años y le siguen sin creer, y no será porque no lo avisó el sábado, después del mal partido ante el Rayo en el que los expertos analistas sientacátedras de siempre insistieran en lo mal que está el Atleti, hasta un punto tal que la Juve no iba ni a dejar vivos ni los cimientos del Metropolitano. «Lo que los demás creen es lo que nos da fuerza», dijo. Pero ellos a lo suyo. Con ese deje de superioridad del que está por encima del bien y del mal. Análisis facilón y nuevo renglón.

Mientras, Simeone, el Mono y su guardia pretoriana velaban armas y visualizaban lo trabajado durante estos últimos 3 meses, desde que se conociera cuál iba a ser el rival en octavos. El mismo tiempo que esos doctos analistas han estado dando la murga sobre lo mucho que era la Juventus y lo poco que era el Atleti. Porque cuando peor están las cosas hay que agarrarse a los que te lo han dado todo, a los que nunca te fallan, a los que te acompañarían a las mismas puertas del infierno, si fuera necesario. «A morir, los míos mueren. No le tienen miedo a la muerte». Y lo volvieron a hacer. Lo volvimos a hacer. A la voz de «el que no crea que no venga», el Metropolitano explotó alrededor de su general y su ejército de valientes liderados por Godín, Giménez, Koke, Costa, Griezmann y Oblak. No importó que a Diego Costa le castigaran con una tarjeta a los 7 minutos, ni que fallara un mano a mano, justo a partir del cual la Juve se fue encogiendo progresivamente ante el empuje del que no tiene miedo a morir. Tampoco importó que Griezmann no convirtiera por centímetros una exquisita vaselina ni importó que a Morata le anularan su segundo golazo legal en 10 días, gracias a una interpretación magistral de Chiellini, digna del mejor especialista de películas de acción. El Atleti era un vendaval imparable. Los ojos inyectados en sangre. Las gradas ardiendo. El coloso amedrentado. Rodeado por una manada de lobos hambrientos que habían olido el miedo y no iban a dejar pasar aquella oportunidad. Como muchas otras antes en estos últimos 7 años. Fieles a una forma de vida. A una forma de ser. Leales a su esencia.

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