19 abril, 2024

Bajo el madroño: «Mentiras enmascaradas»

OPINIÓN. Hace un par de días, el propietario del Atlético de Madrid lanzó en Dubái una de sus habituales aserciones navideñas. «El fútbol es de los aficionados». Una más de su larga lista…

OPINIÓN. La mentira no es un arte para cualquiera. Como en el cine, la literatura o la pintura, el inmenso espectro de los artistas del fraude se divide entre los brillantes, los buenos, los mediocres y los más vulgares. Miguel Ángel Gil Marín, que no hace honor a su homólogo Buonarotti, está en el último grupo de la lista. La historia del ilegítimo Consejero Delegado es la de un chabacano embustero al que le falta retórica pero le sobra persistencia. Porque, todo sea dicho, su retahíla de falsedades es bastante extensa.

Hace un par de días, el propietario del Club Atlético de Madrid lanzó en Dubái una de sus habituales aserciones navideñas. «El fútbol es de los aficionados«. Sus declaraciones emularon a las pronunciadas por él mismo en la gala de los Globe Soccer Awards 2016, cuando afirmaba que el Atleti era de sus hinchas. Así, sin más. Cualquiera hubiera aplaudido las palabras mesiánicas del máximo mandatario rojiblanco. Cualquiera, menos el aficionado colchonero.

Resulta bochornoso que el hombre que fue condenado por el Tribunal Supremo por un delito de estafa al propio Atlético de Madrid proclame a los cuatro vientos que el fútbol es de los hinchas. Es vomitivo que el tipo que robó y saqueó el Atlético de Madrid a sus aficionados, junto a su padre, presuma de la masa social atlética. Pero más vergonzante todavía es que tanto él como el cooperador necesario, Cerezo, se hayan mantenido al frente de la institución pese a que tanto los Estatutos del Club como la Ley de Sociedades de Capital prohíben administrar la entidad a los condenados por «delitos contra la libertad, contra el patrimonio o contra el orden socioeconómico». Todo ello, con la connivencia de un gran sector de la «hinchada colchonera» y de la totalidad de los principales medios de comunicación.

16 años después, Gil continúa siendo el máximo accionista sin haber puesto una sola peseta en la fraudulenta conversión del club a Sociedad Anónima Deportiva (SAD)

Al Consejero Delegado prescrito hay que reconocerle su capacidad para dejar en el olvido sus grandes ‘perlas’ del pasado. Si en el arte de la mentira se muestra como un veterano vulgar, en la empresa de silenciar se desenvuelve como un virtuoso maestro. Quién recuerda aquella edición del MARCA del 12 de febrero del 2000 en la que tanto Jesús Gil como su hijo, vendían el Atleti porque «no queremos que el Atleti pueda desaparecer». El ‘martirio’ de los Giles, esa vez, quedó en agua de borrajas. Lo mismo sucedería el 23 de mayo de 2003, cuando ya un solitario Miguel Ángel Gil prometía a los socios que, en el siguiente año y medio, su familia no tendría «ni una acción del Atlético«. 16 años después, continúa siendo el máximo accionista sin haber puesto una sola peseta en la fraudulenta conversión del club a Sociedad Anónima Deportiva (SAD).

El traslado a La Peineta (actual Metropolitano) sería otro de sus temas estelares. En el año 2006, Gil Marín aseguraba que el cambio de estadio garantizaría unos beneficios que acabarían con la histórica deuda -generada con su padre- y permitiría al club acometer fichajes estelares. A día de hoy, el Atlético de Madrid es el club con más deuda del fútbol español (739,4 millones de euros según el portal Palco23) y su marcha al Metropolitano ha obligado a la entidad a hipotecarse con el mexicano Carlos Slim para sufragar los gastos del faraónico estadio.

Porque el fútbol ni es fútbol ni es de los aficionados

Al desahucio del Calderón se sumó la imposición del nuevo logo sin consultar previamente a los socios del club. Y eso que, en el año 2009, un solidario Miguel Ángel creía conveniente «reforzar la comunicación directa del club con sus seguidores mediante diversos canales». Su respuesta ha sido la nada. Mientras todo ello se sucede, las grandilocuentes cenas de Navidad se siguen celebrando. Los periodistas callan. Y el aficionado, cada vez más maltratado e indefenso, percibe con el mismo estupor e indignación de siempre una lista interminable de mentiras enmascaradas. Porque el fútbol ni es fútbol ni es de los aficionados. Y eso es por gente como tú, Miguel Ángel. Puedes presumir de ello.

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