Hablaba Simeone hace unos días sobre la constante reinvención a la que se ha tenido que someter él mismo y el equipo para afrontar una temporada en la que no se ha podido fichar, en la que tu delantero centro ha tenido que estar cinco meses sin jugar y tu otro fichaje estrella ha tenido que reacomodarse en otro equipo puente durante ese periodo para no estar parado, sufriendo varias lesiones musculares y llegando al final de esos cinco meses en dudosas condiciones físicas. Reinventarse es ver que tienes que dejar volar a tu teórico 5 porque no recupera el nivel después de una durísima lesión de rodilla. Reinventarse es tener que hacer sentirse importantes a jugadores que sabían que por diferentes motivos no encajaban en este equipo ni en esta filosofía, que de no haber mediado la sanción ya estarían fuera, y, aún así, sobrevivir. Reinventarse también es convivir con el hecho de que tu estrella está más pendiente de coqueteos y elogios hacia otros equipos que de otras cosas y, con todo ello, conseguir mantenerle enchufado hasta el punto de haber rendido a un gran nivel en los últimos, después de una primera mitad de temporada bastante decepcionante. Reinventarse es sufrir dos dolorosísimas eliminaciones en Champions y Copa, pero mantenerte como única alternativa a un intratable Barça, muy por encima de universos plenos de estrellas y constelaciones Reinventarse es sufrir que el árbitro de turno se ría en tu cara día sí día también, que no te piten un solo penalti en 22 jornadas y que te estén esperando con la escopeta preparada.

FOTO: AtléticoDeMadrid
FOTO: AtléticoDeMadrid

Como reinventarse es perder a tus dos centrales titulares con medio partido por delante y seguir mordiendo, luchando y peleando como lobos del Ártico frente a un rival que no ha parado de acaparar los elogios que a ti se te niegan sistemáticamente y con un solo cambio en la recámara, aunque a uno de esos centrales le hayan arrancado media dentadura gracias a un brutal a la vez que torpe golpe de antebrazo del portero rival en una mala salida. Naturalmente, pitar penalti a estas alturas no procede, si ya has aguantado 22 jornadas sin que nadie lo haya pitado, así que mejor dejarlo para otra temporada, aprovechando que todo el universo mediático ha decidido mirar para otro lado…

Total, mejor decir que únicamente has tirado dos veces entre los tres palos, aunque una de ellas haya sido un inmenso golazo por la escuadra de alguien como Correa, que es capaz alternar obras de arte de esa factura, con fallos inexplicables. Como inexplicable es que el amigo Antoine empañe una lección magistral de 90 minutos con 20 segundos de pataleta infantil contra un puñado histéricos en la grada. Estamos de acuerdo en que no puedes pedirle correr como si no hubiera un mañana en el minuto 89, ganando 1-0 y después de haberse pasado todo el partido trabajando a destajo como lo hizo, pero no es de recibo que tú te dediques a afear esa actitud a la grada olvidándote del juego. Una grada que, aunque se equivoque, como es el caso, se ha molestado en acudir a verte en una noche de perros, con un frío de mil demonios. Recuerdo un partido en el Calderón la temporada pasada en el cual Koke también tuvo que sufrir la ira de esos mismos histéricos por echar atrás un balón en las mismas circunstancias en lugar de tirar para adelante y arriesgarse a perderlo. Por supuesto, a Koke no se le ocurrió hacer lo que hizo Griezmann ayer, aunque las protestas fueran totalmente equivocadas. Últimamente en el fútbol moderno parece que ciertos jugadores están demasiado pendientes de la grada, en lugar de comportarse como corresponde a un profesional. Ejemplos hay varios.

Y ahí terminó un partido que sirve para culminar una jornada redonda en la que todos los rivales pincharon. Y Simeone a lo suyo. Reinventarse…

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