25 abril, 2024

Nadie dijo que las cosas fueran fáciles, y menos para los que profesan la religión rojiblanca. Aquí las cosas siempre son un poco más complicadas. Las cuestas que llevan hacia los objetivos son un poco más empinadas. Especialmente en años como este en los que se junta todo: arranque con cuatro partidos seguidos a domicilio, incluyendo el de Roma, sanción sin poder inscribir, el cambio de estadio y todo el ruido exterior que ha generado la mezcla de todo lo anterior. A eso hay que sumarle que a las primeras de cambio te has tenido que enfrentar a los todopoderosos y a todos los demás rivales de la parte alta de la clasificación con todo el mundo dándote palos por todas partes, atravesando una crisis de juego y ante las dudas que generaba el rendimiento de buena parte de la plantilla, con Griezmann a la cabeza.

FOTO: AtléticodeMadrid
FOTO: AtléticodeMadrid

El desarrollo del partido ante la Real Sociedad ha sido un perfecto resumen de todo esto. Quince minutos de zozobra defensiva pusieron las cosas muy, muy difíciles con el resultado en contra. A partir de ese momento tocó remar a contracorriente y exponerse. Poner el corazón y el alma en engancharte a la Liga cuando hace apenas un mes estábamos desahuciados y meter miedo ante lo que está por venir. Desde el instante en que William José acertó a batir de penalti a Oblak, Simeone y sus muchachos volvieron a rebelarse en contra de su destino, ese que parece escrito de antemano desde hace seis años y que ellos se empeñan en reescribir. Ese que ya he descrito muchas veces y que hoy no voy a volver a hacerlo. Daba igual que a Correa le poseyera el espíritu de Vietto y fallara todo lo que se podía fallar delante de la portería. Aún así siempre lo intentó y fue un dolor de muelas para la defensa realista. Encaró, desbordó y se mareó todo lo que pudo entre líneas arrancando desde la derecha. A pesar de todo lo que falló en el remate, nunca se vino abajo y se sublevó contra sí mismo. Daba igual que Giménez no estuviera fino en defensa. También se rebeló contra sí mismo y su mala tarde solventando mediante ímpetu y determinación lo que ese propio ímpetu desmedido causaba algunas veces. Comandante Giménez siempre en mi equipo.

Si algo estaba claro tras el 1-1 es que el partido no iba a acabar en empate. A las ocasiones falladas en el área de Rulli se sucedían, una tras otra, venenosas contras de la Real que entre William José, Xabi Prieto u Oyarzábal no acertaban a culminar. Y cuando el choque moría llegó ese premio a la insistencia, a la fe inquebrantable de este grupo, a querer por encima de todo, a creer en lo que haces y a rebelarte ante todas las circunstancias. Ante las internas y ante las externas, ante los que no creen en los milagros ni en unos tipos por los que nadie daba un duro hace poco. Para eso estaba Saúl, para elevarse sobre todo ello y quedarse allí suspendido unos segundos para observar el mundo a sus pies y poner el balón donde solamente pudiera llegar Griezmann a rematar. Y llegó, vaya si llegó. Y siguieron rebelándose ante el mundo y lo seguirán haciendo mientras tengan un gramo de vida. Lo saben hasta en Londres

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