Contracrónica: «Bendita costumbre»

Hubo un tiempo en que la felicidad pasaba por jugar una competición llamada Intertoto cuando estábamos de vacaciones en la playa y soñábamos con eliminar a equipos como los todopoderosos Gloria Bistrita, OFK Beograd o Zlín, como todo el mundo sabe, potencias futbolísticas de Rumanía, Serbia y Chequia, respectivamente, para tener la oportunidad de jugar la Copa de la UEFA. Mientras estábamos en una terracita disfrutando de la correspondiente cerveza y sintiendo la brisa del mar en nuestra cara, todos vibrábamos con aquellos choques de puro sabor europeo en aquellos estadios referentes a nivel continental… como todo el mundo sabe. ¡Qué tiempos aquellos!

Foto: clubatleticodemadrid.com
Foto: clubatleticodemadrid.com

Pues bien, ahora resulta que esta noche nos hemos colocado por cuarta temporada consecutiva entre los ocho mejores equipos de Europa junto a Bayern, Barça, Real Madrid, Juventus, Mónaco y Borussia Dortmund, y, adivinen qué equipos han sido capaces de lograr tal hazaña en las últimas cuatro temporadas… Exacto, los tres primeros que he citado y el Atlético de Madrid. Nada menos que el Atlético de Madrid, que no está si quiera entre las diez mayores potencias económicamente hablando a nivel europeo, como todo el mundo sabe, y cuyo gasto anual en fichajes está a años luz, no solo de las tres potencias citadas, sino también de equipos como Manchester Utd., París Saint-Germain, Liverpool, Arsenal o Manchester City. Ninguno de ellos juega la Champions a día de hoy, bien porque ha sido eliminado bien porque ni siquiera se ha clasificado.

Decía que el Atleti se ha vuelto a clasificar para cuartos de final de la competición más importante del mundo a nivel de clubes, como todo el mundo sabe. Y lo ha hecho de manera holgada, tranquila, sin sobresaltos. En contra de lo que dicta nuestro ADN y en contra de las últimas dos eliminatorias de octavos de final disputadas. Dando la impresión de que jugaba con el freno de mano echado y de que, en caso de haber necesitado tener que pisar el acelerador, lo habría hecho. Hubo tiempo hasta para la guasa, cuando el público empezó a gritar «Cholo, sácalo», refiriéndose a Cerci, a pesar de que cierto sector periodístico, con dudosas intenciones, haya querido hacer ver que iba por Torres.

No pasará, por tanto, este partido de vuelta a los anales de la historia rojiblanca en competiciones europeas, más allá de la espectacular triple parada de Jan Oblak, así, como es él. Como si en lugar de haber sacado tres manos imposibles tirándose de arriba a abajo y de abajo a arriba como un superhéroe de Marvel, subiera de comprar el pan en la panadería del barrio. El partido nos dejó también un nuevo atisbo de falta de contundencia en ambas áreas, cierta tendencia a partirse por el medio con Thomas y una nueva nariz rota. Esta vez la de Giménez, que últimamente es capaz de alternar lo mejor de sus cualidades con los errores más absurdos.

Y mención especial, una vez más, para el mayor culpable de habernos instalado en un hotel de cinco estrellas con los ingresos de un mileurista. Diego Pablo Simeone. El hombre que después de todas las alegrías y las desgracias vividas en estos últimos cinco años, sigue creyendo y nos hace seguir creyendo a los demás. El que, junto con sus guerreros, nos ha vuelto a colocar nuevamente a cinco partidos de la mayor de las glorias posibles… como todo el mundo sabe.

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