Contracrónica: «¿Bromas?… las justas»
Todo son risas hasta que este equipo se pone el traje de la Champions, con sus dorsales en blanco sobre fondo rojo y de golpe se acaban las tonterías. Ha producido tanta amargura, reciente y pretérita, este dichoso trofeo de asas pronunciadas, que no tienes más remedio que encarar el camino que lleva hacia él, una vez más, con la mirada seria, desconfiada e incluso torva. Lo que para otros significa un viaje a Disneyland constante, para nosotros cada partido en esta competición es una sesión intensiva de psicoanálisis contra nuestros peores temores, algunos de ellos trágicamente repetitivos, como le ocurre a Bill Murray en «Atrapado en el tiempo». Volveremos sobre esta película después.
Antes de ello, hay que recalcar que la película del partido, pronto nos mostró que el argumento no iba a tener nada que ver con la primera entrega de la saga. Ni en su planteamiento, ni en el nudo ni en el desenlace. Salió en Atleti dispuesto a liquidar el choque por la vía rápida. Plenos de intensidad, vértigo, rapidez, verticalidad y ubicuidad, a los diez minutos ya se había dispuesto de un mano a mano y de un balón al larguero. Cuando todos esperábamos un comienzo al más puro estilo alemán en casa, el propio Bayer de repente se vio con el pie cambiado y ya no supo como enmendarse la plana a sí mismo hasta solamente unos minutos al final del encuentro.
Si a los diez minutos ya habíamos gozado de una ocasión doble. A los dieciséis, Saúl, en el mismo escenario en el que pasó de niño a adulto hace dos años, recuperó un balón en el centro del campo, se lo echó adelante, se comió a Kampl y por un momento nos vimos otra vez frente a Neuer y el Bayern. Golazo descomunal y el Bay Arena en silencio… bueno, mejor dicho, 29000 en silencio, porque había otros 1000 que no pararon de cantar de principio a fin.
El gol dio pasó a los mejores minutos del Atleti y aquí es cuando emergió la figura de Gameiro, confirmando lo que apuntó hace unos días en Gijón. Ochenta minutos, repartidos en dos partidos, han bastado para borrar de un plumazo esa sensación de alma en pena deambulante por el césped y de paso cerrar bocas como la del que esto escribe, que ya le consideraba irrecuperable para la causa. No puedo alegrarme más de lo precipitado de tal juicio. Lo cierto es que, pensándolo bien, el pobre Kevin siempre se ha encontrado con un palo en la rueda desde el día en que aterrizó aquí. Partiendo de que era la tercera o cuarta opción preferida por Simeone, de que todos queríamos a otros (véase Diego Costa, Cavani o incluso Higuaín, algunos), de que aún teníamos muy fresco el triste paso de Jackson Martínez o Luciano Vietto y también el triunfal de otros como Agüero, Forlán, Falcao o el propio Costa, y todo ello unido a lo complicado que resulta subirse en marcha a esta máquina de competir en la que se ha convertido el Atlético de Madrid desde hace cinco años. Lo suyo ayer fue una lección magistral de desmarque, oportunidad y velocidad en su hábitat preferido, que es la espalda de los centrales. Y lo mejor: hasta rompió el gafe de los penaltis. Bienvenido, Kevin. En el mejor momento.
Sin embargo, ahí no queda la cosa, porque hemos pasado de no tener rematador, a encontrarnos de pronto con dos goleadores enchufadísimos. Y es que cuando más estábamos sufriendo, después de los (discutibles) cambios y un tonto autogol, Fernando Torres se encargó de cerrar el partido y con él prácticamente la eliminatoria, gracias a un espectacular remate de cabeza tras un no menos maravilloso centro de Vrsaljko.
Pero volvamos a «Atrapado en el tiempo». En esta película, el protagonista, incapaz de conseguir el amor de Andy McDowell y tras ser consciente de que está viviendo de manera constante el mismo día, preso de su desesperación decide suicidarse porque su vida carece de sentido. Lo intenta de varias maneras, pero resulta inútil, ya que cuando lo hace vuelve a despertarse siempre en el 2 de febrero en el que vive preso. Entra en depresión, pero alguien le aconseja cambiar su vida y empieza a hacer el bien a los que le rodean. Poco a poco va superando sus temores y va saliendo de ese estado depresivo, hasta que… bueno, ahí lo dejo. No voy a completar el spoiler, pero… ¿les suena?